En la novillada que abría la feria del Pilar en la plaza de toros de La Misericordia se juntó el cielo con la tierra, se tocaron los dos vectores más extremos y distantes del rito: la gloria incomparable del triunfo con la cara más amarga del toreo, la cornada.

Mientras Adrien Salenc abandonaba el coso por la Puerta Grande, Alejandro Mora tenía abiertas las carnes sobre la mesa de operaciones.

Los semblantes de los toreros y aficionados agolpados a las puertas de la enfermería eran muy preocupantes. Las noticias que se filtraban desde el interior eran al principio confusas para, conforme avanzaba la primera exploración, ir descartando la temible y fatal afección vascular.

Cupletero, un novillo burocráticamente, era talmente un toro a la vista de todos. Con su carita chica, su hocico breve y esos dos pitones astifinos mirando al cielo, sí. Estuvo imponente en un primer puyazo bien señalado por Antonio Prieto pero no suficiente para detener una acometida con los riñones que lo aparcó en las maderas. Allá hizo tope.

Alejandro Mora, tan poco placeado, tiró de estética en vez de gobernar las embestidas y el novillo lo alcanzó por el muslo.

Pronto se vio que el asta había penetrado como un estilete. Afortunadamente no sangraba en exceso. Esperanzador indicio.

Los destrozos musculares de las cinco trayectorias fueron abundantes pero no había interesado gravemente la función vascular.

Antes había manejado con buen aire el capote, también en el tercero, un ejemplar más justo de remos, que perdió las manos en dos ocasiones y que tuvo temple hasta que se aburrió.

Mora buscó el toreo bueno y posee un aura que lo atisba, lo adivina, pero todavía no ha encontrado el camino. Calma.

Salenc, un torbellino

El francés se topó con un magnífico ejemplar en segundo lugar. Un cárdeno recortadito, enjuto y de formas reunidas que derrochó clase de la buena, prontitud y celo.

Salenc comenzó cambiando por la espalda en el mismo centro del ruedo. Acertó dándole distancia entre muletazos, dejándolo que se viniera a su ritmo, concediéndole toda la iniciativa para ligar los muletazos y lanzar la tarde.

La estocada casi entera y perpendicular valió y la plaza se tiñó de blanco. Para gustos los pareceres: unos abogaban por una oreja y vuelta al novillo; otros se aliaban con la decisión del palco.

Entretanto, el portugués Juanito sorteó el novillo con más movilidad y viveza del lote y padeció la pésima lidia al cuarto. En las dos ocasiones fue objeto de un indiferente silencio.

Parte facultativo

Herida por asta de toro a nivel del triángulo de Scarpa del muslo izquierdo con un orificio de entrada de 4 cm. y cinco trayectorias separadas en dos planos por el músculo sartorio. Las situadas en el plano más anterior miden 15 cm. la inferior, 10 cm. la superior y 20 cm. la superoexterna. La inferior, tras romper la vena safena interna sigue el borde del músculo sartorio desgarrando fibras del cuádriceps y produciendo profusa hemorragia; la superior alcanza la arcada crural y la superoexterna llega hasta la inserción del músculo tensor de la fascia lata. Las situadas en el plano posterior son superponibles en extensión y dirección a las anteriores pasando entre los vasos femorales y el nervio crural desgarrando el músculo abductor mediano, alcanzando el pubis y en su parte externa alcanza igualmente la arcada crural. Pronóstico grave que le impide continuar la lidia.