Marruecos se enfrenta al extremismo violento con un proyecto novedoso del que se empieza a hacer balance: un centro de formación religiosa que acoge a ulemas y morchidates (la versión femenina de los eruditos del Islam) de la región del África Occidental y el Sahel y que cumple ahora tres años. El Instituto de Mohamed VI, cuya intención es prevenir y vacunar de ideas radicales, se inscribe en la nueva diplomacia religiosa del monarca alauí y en la reciente estrategia de política exterior, que giró hacia el África subsahariana.

«Se trata de enseñar los valores de un islam moderado suní de la escuela malikí que abarca todo el Magreb y practica el rey Mohamed VI, en quien reside el peso de la religión islámica. Este país no deja ninguna puerta abierta a las ideas extremistas», explicó a este diario Abdellatif Bedgouri Achkari, exjefe de gabinete del Ministerio de Asuntos Islámicos en Marruecos, quien mostró su preocupación por la «crisis» que atraviesan determinados «practicantes» del islam.

El objetivo es unificar una visión del islam entre imanes y ulemas de la región africana subsahariana y saheliana, la mayoría muy jóvenes, que necesitan guías para conducir plegarias e interpretar textos alejados del pensamiento wahabí, una visión rigorista de la religión propia de Arabia Saudí o Catar. La ideología que encarnan ambos países se propaga sin frenos en naciones con economías empobrecidas del África subsahariana que empieza a transformar, por dinero, el modelo religioso que siempre imperó en estas sociedades de naturaleza sufí (la versión mística del Islam).