Emmanuel Macron se mostró ayer partidario de adaptar la fiscalidad de los carburantes a las fluctuaciones del precio del petróleo para limitar su impacto económico en los ciudadanos que más usan el coche. El presidente francés también lanzará un gran debate nacional hasta febrero para concertar con los actores locales la política de transición ecológica que permita a Francia «desintoxicarse» de las energías fósiles.

Macron intenta así responder a la cólera de los chalecos amarillos, un movimiento popular de protesta que lleva 10 días poniendo en jaque al Gobierno por el precio de los carburantes y que revela un descontento social que va más allá de la mera subida impositiva de los hidrocarburos. En un discurso pronunciado en el Elíseo ante los miembros del Consejo Nacional de la Transición Ecológica, el presidente puso el acento en la necesidad de hacer compatible la transición hacia las energías limpias con la lucha contra las desigualdades sociales.

Una «ecología popular», dijo, para que no recaiga en el ciudadano de a pie todo el peso del cambio de modelo. «Me niego a que la transición ecológica acentúe las desigualdades territoriales y haga todavía más difícil la situación de nuestros conciudadanos que viven en zonas rurales o periurbanas». Sin embargo, como se esperaba, no da marcha atrás en la medida que ha desatado la protesta y ha dejado claro que mantendrá sus promesas de campaña en materia medioambiental, si bien admitió que hay que cambiar de método aportando soluciones «concretas y accesibles» a los ciudadanos.

«Dicen que son siempre los mismos quienes hacen los esfuerzos. Y tienen razón», reconoció el presidente, que ve en la movilización de los chalecos amarillos la expresión de un malestar profundo que la sociedad francesa arrastra desde hace décadas, una «cólera sorda, un rencor hacia los dirigentes» que imponen las medidas «desde arriba».

Macron esbozó un mea culpa al liderazgo vertical ejercido hasta ahora y auguró un giro hacia un poder más horizontal para tener en cuenta a los sectores sociales -actores económicos, sindicales, asociativos, políticos locales- que conocen la vida cotidiana de los franceses. El presidente insistió en que la transición energética deberá ser «justa, democrática y clara» y que la respuesta para hacer compatible la lucha «contra el fin del mundo y el fin de mes» tendrá que venir «de las bases».

HUMILDAD POR CÓLERA / Es el objetivo de la gran concertación de los próximos meses, en la que podrán participar los chalecos amarillos. Macron prometió «humildad» y tener en cuenta a «cada ciudadano». «Creo que podemos transformar la cólera en solución», concluyó. Para Jason Herbert, uno de los portavoces de los chalecos amarillos, el debate propuesto por el presidente «va en la buena dirección, pero no es una señal bastante fuerte teniendo en cuenta lo urgente de la situación».

En el terreno político, el líder de la Francia Insumisa, Jean Luc Mélenchon, ha lamentado «una hora de ruido presidencial sin respuesta a la situación de insurrección ciudadana de los chalecos amarillos», la ultraderechista Marine Le Pen «un vacío absoluto» y el diputado de Los Republicanos Eric Ciotti «la ceguera culpable de un tecnócrata».