El Mediterráneo no tiene la violenta actividad sísmica del Pacífico, donde se producen el 80% de los maremotos, sin embargo, la formación de tsunamis no es descartable. La inmensa mayoría son leves, pero desde tiempos de los romanos se tiene constancia de una veintena de mediana o gran intensidad, incluyendo las olas mortíferas que afectaron la costa libanesa en el año 551 o Messina (Italia) en 1908. El último tsunami se apreció claramente en Palma de Mallorca y fue consecuencia del terremoto que se produjo en Argelia en el 2003. Las aguas del puerto bajaron de golpe metro y medio.

Ningún país europeo tiene un sistema submarino de detección de tsunamis, aunque Grecia --el país de mayor actividad sísmica junto con Turquía-- ha iniciado la cartografía de los fondos marinos para impulsar un programa de prevención de estos fenómenos naturales. En España, la alerta principal y más habitual es de índole meteorológica, especialmente por inundaciones, pero cuenta también con sistemas de aviso y evacuación por incendios, terremotos y rotura de presas, entre otros factores naturales, explica Manuel Gómez Cano, subdirector general de Planificación de Protección Civil.