El avión que lleva a Lily y John al colegio de Spelding cambia su rumbo y aterriza en Merlicity, la ciudad del rey Merlín, tatatatatatatara-nieto de Merlín el encantador. La misma noche que llegan los niños un ladrón roba la bola de cristal de los deseos, y Merlín les encarga a los niños la misión de recuperarla- Ese el punto de arranque de Lily, John y la bola de cristal, una historia de 121 páginas escrita e ilustrada por Alejandro Mahía, con tan solamente 10 años de edad.

Alex, como le llaman sus amigos de Alhama de Aragón, es un niño tremendamente inquieto y muy despejado. Desde muy pequeño ha tenido una afición inusual por la lectura: "a los tres años se paraba por la calle para leer todos los carteles, y además tenía una fijación especial por los prospectos de los medicamentos", explica Pili, su madre. Quizá porque su otra vocación, a la que dice querer dedicarse cuandos sea mayor, es la de científico.

Ahora, a sus doce años, por las manos de Alex han pasado ya una gran cantidad de libros, entre cuyos títulos recuerda con gran entusiasmo, Miguel y la cabra traidora . El gusanillo de escribir un libro surgió de las conocidadas aventuras de Harry Potter, y aunque todavía siente preferencia por la literatura fantástica, sus gustos literarios han evolucionado bastante desde entonces. Tras devorar la trilogía del Señor de los Anillos, ya se ha leído también Silnarillión y ahora está con el Hobbit . El próximo libro que quiere leer es La Historia Interminable . De este modo, con estos argumentos no es nada extraño que también haya evolucionado en su faceta de escritor.

Alex Mahía, que ya ha pensado el argumento para su próxima historia de ficción, asegura que si volviera a escribir la aventura de Lily y John, sería muy distinta. "Esa historia la escribí hace mucho y, claro, entonces solamente tenía 10 años de edad", razona con una lógica aplastante, aunque en realidad escasamente han pasados dos años, aunque en un niño es un gran tiempo.

Unos amigos de sus padres se encargaron de encuadernárselo, y durante el proceso, Alex ya les envío algunas modificaciones que quería realizar. Cuando su madre encontró aquel primer boceto, un centenar de cuartillas escritas a lápiz y cogidas por una pinza, Alex se sorprendió de su mala caligrafía. Emocionado por el reencuentro con sus personajes revisó con una crítica pasmosa los "fallos" que iba encontrando. En ese boceto se aprecia ya, sin embargo, una estructura clara y una composición madura en cuanto a la narración, la descripción y los diálogos.

Jorge Conejo, su profesor de Lengua, reconoce que se sintió tremendamente impresionado cuando Alex le enseñó su obra. "Pese a su corta edad, Alex posee un estilo preciso y una cultura abrumadora que le permite echar mano incluso de la tradición artúrica", explica Jorge. Lo mejor para su profesor es la capacidad que posee para crear una intriga al final de los capítulos y retomarla inteligentemente en los siguientes episodios, lo peor -si es que cabe la crítica en una obra de estas características-- es su influencia anglosajona.

R.CRISTOBAL