El pasado 30 de enero fallecía, en su casa de la calle Costa de Zaragoza, a los 79 años de edad, Pilar Carasol Torralba, viuda del insigne poeta aragonés, hijo predilecto de Paniza, Ildefonso Manuel Gil. Toda su vida, desde los diecisiete años, estuvo unida al escritor en cuerpo y alma, sufriendo y gozando los acontecimientos que en tan dilatado tiempo vivieron. Persona sencilla, elegante y amable, fue para Ildefonso no sólo el bastón imprescindible para el quehacer cotidiano, sino también la musa de muchos de sus poemas.

Si en la obra de Ildefonso la familia ocupa un lugar importantísimo, la esposa y madre de sus cinco hijos (su mejor obra según el poeta) está en lugar preferente. En "De persona a persona", libro publicado en 1971, aparece un soneto titulado " A Pilar" que, según explicaba la profesora de la Universidad de Zaragoza María Antonia Martín Zorraquino antes de leerlo en el funeral celebrado en la Colegiata de Daroca el pasado 2 de febrero, es uno de los mejores sonetos amorosos escritos en la poesía contemporánea. El poema termina con estos tercetos: ... Hay un triste placer, una hermosura / que sosiega el vivir y lo engrandece / viendo el tiempo en el rostro de la amada, / cada arruga tornándola más pura, / más bella en la medida que envejece, / más amorosamente codiciada.

Conocí a Pilar Carasol en septiembre de 1984 cuando al poeta se le rindió un homenaje en Paniza, junto a Santiago Hernández y María Moliner, con la presencia del entonces presidente aragonés, Santiago Marraco. Su elegante sencillez, su sonrisa sincera y su saber estar, la convertían en una persona atractiva y agradable. Más tarde, cuando nuestra amistad fue aumentando, descubrí en ella nuevos valores; pude ver que en la vida de Ildefonso era ella su ángel protector y su referencia a la hora de tomar decisiones. No se amedrentó cuando en 1962 marchó a EE.UU. con cuatro hijos (la menor, Vicky, nacería allí) en busca de un lugar más adecuado para que su esposo pudiera realizarse en lo que más deseaba y aquí se le negaba: enseñar Literatura con libertad.

Ildefonso conoció a Pilar en el colegio Santo Tomás de Aquino, donde el poeta aterrizó como profesor en aquel tiempo embrumado de la posguerra. Ella, trece años más joven, era una alumna del último curso de bachillerato al que Ildefonso impartía clase. El amor platónico triunfó ante las incomprensiones familiares y sociales, pudiendo unir sus vidas en una ceremonia celebrada en la iglesia de Santa Engracia de Zaragoza en 1943 cuando ella era todavía menor de edad. Sesenta años de un matrimonio feliz avalan aquel amor juvenil que nunca desapareció en sus vidas. En la última década, ella fue su lazarillo, su novia, esposa y madre en la que Ildefonso se contemplaba con verdadero deleite.

Pilar hacía tiempo que estaba delicada y sufría crisis asmáticas que superaba con entereza. Sin embargo, ya no pudo subir a Paniza cuando en enero de 2002 se homenajeó a su esposo por su noventa cumpleaños, ni pudo acompañarle en su último adiós en Daroca. Nueve meses después vuelven a encontrase en sueño eterno en el mismo cementerio, unidos por una lápida que tiene inscrito el "Poema final" de su libro Poemaciones: No me dejes morir / En tanto alientes, / víveme en tus recuerdos, / llévame de la mano hasta tu muerte, / cobíjame en tus sueños / donde yo velaré mientras tú duermes.