Aborda Pepa Bueno en la SER un tema muy atractivo: el imparable aumento de los tertulianos en tele y radio. Son ya una planta trepadora que lo invade todo; no hay programa sin unos señores opinando del Mundial de Fútbol o de la subida de la luz. Para todo tienen respuesta.

Y es que hemos descubierto que la gente tiene poca fe en el periodismo. No me extraña. Después de escuchar a los tertulianos de Pepa comentar sobre el fenómeno de los tertulianos (ya sé, es un poco neurótico todo), deduzco que no han dado en el clavo. El de las actuales tertulias (políticas, por supuesto) supone un fenómeno nuevo, que nada tiene que ver con aquellas otras, cuyo epígono fue La clave de José Luis Balbín. Aquello reunía para cada programa a los más expertos mundiales (¡mundiales!) en el tema y los sentaba en un plató con la amenaza de no moverse en cuatro horas. Era estimulante y didáctico.

Hoy los tertulianos son siempre los mismos para cualquier guiso. Y forman parte de un nuevo fenómeno: el debate televisivo como espectáculo callejero. Es decir, las teles que organizan estos programas tienen como finalidad el ruido y no la reflexión; por eso los protagonistas se nutren de ideologías enfrentadas, huyendo de la sabiduría, la especialización y sobre todo el argumentario. No quieren que sepamos, quieren que se pelee, que se riña, que se insulte. La información tratada como una mercancía. Ahí estamos; tratando de ser puros en la tempestad, como aquel que tenía una novia semivirgen. No puede ser.