El hachazo traidor --cuando gozaba con los suyos de una felicidad más que merecida-- ha segado una vida joven, la de Manín , Mariano Hormigón, viejo luchador de todas las causas nobles posibles, pedernal de primera, como todos aquellos ciudadanos sólidamente comprometidos con sus ideas, más allá del tenor y matices de las mismas. Mucho le debe Aragón, España, Europa y todos esos países donde un día depositó sus esperanzas. Siempre dio lo mejor de sí mismo, incluso cuando erraba. A muchos se nos ha roto el alma ante esa placidez con la que ha tenido la generosidad de decirnos adiós, un adiós hasta la victoria siempre. Hemos sido amigos, sobre todo amigos, y compañeros ora cómplices ora distantes en muchas aventuras, las de una generación compleja que dejó lo mejor de sí misma para lograr libertades y democracias. En el camino muchos jirones, excesivos sinsabores y más de una y de dos heridas profundas. No quiero biografiar a Mariano ni convertir este recuerdo en laudatio, porque no le gustaría. Simplemente deseo homenajear a quien desde estas páginas ha escrito brillantes comentarios, ácidos en ocasiones, tiernos en otras, sobre lo humano y lo divino, muestra de su inmarcesible compromiso con la verdad en la que siempre creyó. Cuando Miguel Angel Liso recaló en Zaragoza y me incorporó a su proyecto le di nombres para las famosas columnas en su día de Diario 16 y hace ya 13 años de EL PERIODICO. Sin dudarlo un instante, sugerí el nombre de Mariano y cobró todo sentido el arco iris, con ese rojo a quien tanto echaremos en falta.

*Profesor de universidad