De unas generales se espera que salga un gobierno. Esto no será lo que ocurra este domingo. Otra cosa es que conoceremos la encuesta más fiable, con mayor valor de la muestra, para testar el pulso sociológico del país. O el anímico. Servirá especialmente para que los expertos de cada partido corrijan o acomoden la estrategia a seguir en las autonómicas o municipales, tan solo cuatro semanas después, donde tanto poder orgánico se reparte y donde tantos cuadros medios se juegan su capacidad de influencia y su propia supervivencia o nómina.

No, en las próximas semanas no es de esperar que se cierre un pacto de legislatura. Como mucho se constituirá la Mesa del Congreso. También el 26-M se celebran europeas, pero esas casi ni cuentan. O no se les toma debidamente en serio. No hay más que ver cómo se configuran las listas, donde se premia favores prestados o se desalojan a potenciales adversarios internos. Europa sigue estando mentalmente lejos. También lo ha estado de los debates de las generales, aunque gran cantidad de los nuestros, especialmente entre los jóvenes y muchos de ellos muy bien formados, hayan tenido que emigrar para buscar un futuro, y un presente. España se cierra sobre sí misma mientras la globalización sigue su curso.

Ni siquiera esta vez se ha hablado de Venezuela. Mucho menos de Argelia, su inestabilidad política y las posibles consecuencias, cuando el 56% del gas que importamos viene de allí. Tampoco del largo retroceso que hemos experimentado en energías renovables, las continuas subidas de la luz sin que nadie se atreva a regularlas ni del cambio climático ni de las inversiones en tecnología que tienen tanto que ver con la competitividad. Por no incidir en cómo se van a pagar las pensiones o si alguna vez habrá un pacto sobre la Educación. Es decir, todo lo que configura la verdadera responsabilidad de gobernar un Estado que piensa en la larga distancia.

Sin embargo, lo que tenemos es bien distinto. Los aspirantes se han enconado en una lucha por encumbrarse a sí mismos y distinguir su marca en lo anecdótico y permanecer ambiguos en lo sustancial, con un lenguaje más propio de realities, cuyos modos y lugares comunes han sido repetidos hasta la saciedad. La capacidad para dialogar entre diferentes no es una virtud democrática, es su condición primera. Así, visto lo visto, que nadie descarte que este año en lugar de poner las urnas dos veces las tengamos que poner tres. Apunten octubre.