Una proyección sobre la población aragonesa prevé que dentro de 15 años habrá descendido en casi 60.000 personas. El número de habitantes en esta comunidad siempre se ha considerado un talón de Aquiles de la misma, ya que además, el índice de envejecimiento es muy acusado y, demográficamente, se sitúa en dos polos muy diferenciados. Mientras la mitad de la población se concentra en la capital, el resto se dispersa por un enorme territorio, con los condicionantes de despoblación que representa y las infraestructuras que exige. No son buenas perspectivas las que plantea el estudio.