La campaña electoral tiene un aspecto positivo, y es que sacude la modorra monótona de la administración, esa cómoda fluidez en la que navegan el Gobierno (más), y la oposición (menos), y les obliga a reunirse y a pensar sobre lo que desean los ciudadanos, y a reflexionar sobre las mejoras que se pueden introducir. Las elecciones vienen a ser como cuando en una casa se esperan invitados, y los anfitriones se esfuerzan por pintar las paredes, remozar el exterior, arreglar las averías y procurar que los aspectos funcionales respondan a su denominación y funcionen.

El aspecto negativo es que, enrocados en la casa y sus habitaciones, (que los prosopopéyicos denominan patria, y los administrativistas y nacionalistas vergonzantes, estado) es muy difícil asomarse al exterior, salvo en anécdotas de escaso calado, como la última incontinencia verbal de nuestro especialista en Shakespeare, empeñado en parodiar comedias murcianas, y olvidándose de que un ministro de Defensa debe estar siempre a la defensiva.

Decía Nietzche que para comprender Europa era necesario salir de Europa, de la misma manera que para contemplar la majestad y grandiosidad de las altas torres de una ciudad hay que marchar extramuros y así poder observarlas en toda su magnificencia y armonía. Las referencias del PP a la política exterior española son escasas, y las del PSOE se refieren a aspectos utilitarios de electoralismo sobre la guerra de Irak y a demagogias de sacar soldados con la urgencia con la que se saca al público de un local en el que se ha declarado un incendio, olvidando que el público está formado precisamente por los bomberos.

Será discutible si hubo que enviar o no a los bomberos, pero son bomberos, no personal civil. En fin, que no parece que aspiremos a la grandeur , sino a paciencia y barajar, y al ya veremos, y nada de asomarse al exterior para ver España desde fuera, no sea que les produzca vértigo a los pilotos presentes y aspirantes.

*Escritor y periodista