No viví la guerra civil ni la posguerra, aunque pude apreciar en casa las señales de lo que debió ser aquella confrontación entre hermanos, ese odiarse hasta matarse quienes, formando parte del mismo ámbito discrepaban en lo político. Y aunque los días que vivimos no son afortunadamente lo mismo, sí me ayudan a entender mejor esa fractura. Es natural que quienes cobraban del erario público como gobernantes sientan la natural tristeza e idéntica euforia los que van a hacerlo ahora; es su interés directo. Se comprende también una cierta melancolía en los partidarios de los perdedores y una carga de ilusión en los afines a los vencedores. Pero se aprecia algo más, una inquina resentida en los votantes perdedores y un ánimo revanchista en los votantes ganadores. Recordando el final de Suárez, Calvo-Sotelo, González y ahora Aznar, no es difícil vaticinar que a Zapatero le espera una temporada favorable y un inexorable declive, y eso ayuda a relativizar las cosas: sencillamente, no es mejor ni peor que los que le precedieron, ni que los que le sucederán en el futuro. Acertará, errará y será repuesto. Y eso, los ciudadanos de a pie, lo deberíamos contemplar con absoluta serenidad.

*Abogado