El auge de los nacionalismos ha devuelto protagonismo a las banderas. Símbolos de la identidad nacional; para unos, de la exclusión o de la opresión, para otros. Se queman, se izan en parlamentos y ayuntamientos, expresan paz, terror, solidaridad, unidad internacional, poder político, poder del pueblo, credo religioso… Siempre están ahí, arriadas, flotando al viento, o a media asta, porque no hay país, reino, Estado-nación sin ellas… Y, seguramente por eso, Tim Marshall, que ya nos había fascinado con su anterior ensayo, Prisioneros de la geografía, les ha dedicado su nuevo y muy reciente estudio, El poder de las banderas.

En su prólogo, el autor define así el símbolo nacional: «Esto es una bandera: un emblema cargado de emoción. Tiene la capacidad de evocar y encarnar sentimientos tan fuertes que a veces el pueblo seguirá incluso a su tela de colores a través de los disparos y morirá por lo que simboliza».

Marshall relaciona la expansión ecuménica, universal de las banderas con la invención de la seda por parte de los chinos. Al ser este tejido mucho más ligero, y al ondear, al flotar en el aire prestó a la abanderada y simbólica tela un movimiento y un dinamismo del que carecían los antiguos estandartes o banderines militares asirios, egipcios o romanos… Así, por la Ruta de la Seda se fueron incorporando a sus territorios nuevas y ágiles banderas de vivaces y brillantes colores, decorándose intencionadamente con símbolos de su pasado, estrellas, castillos, coronas de laurel, cabezas de animales, orlas, soles, espadas, caballos, torres, copas, árboles o ciervos, a fin de contribuir a identificar el pedazo de tierra bajo su dominio con los hombres y mujeres que lo habitaban. «Cada país termina pareciéndose a su bandera», sentenció Goethe a Francisco de Miranda cuando este diseñó la bandera venezolana.

Desde la bandera de Estados Unidos a la de Mozambique, única en el mundo con un arma en su dibujo, un fusil de asalto AK-47, el autor nos invita a viajar por decenas de países en alas de sus banderas, penetrando, como los mástiles que las sostienen, en lo más profundo de sus ancestros, hasta escarbar y sacar a la luz sus primitivos orígenes y símbolos.

Una manera didáctica y original de aprender moderna geoestrategia de la mano de un experto.