Noticias como la del asesinato de Laura Luelmo (y antes de Diana Queer u otras) produce desolación, dolor y una atención extraordinaria. Es difícil aceptar que esas chicas en particular (jóvenes, bonitas y llenas de vida) se hayan topado con tan horrible destino. No son las únicas: decenas de mujeres perecen mes tras mes a manos de hombres (parejas, exparejas, depredadores sexuales), y el fenómeno, en su conjunto, produce el mismo pavor y la misma indignación. Por ello la necesidad de abordar el problema en el ámbito colectivo. Pero es ahí donde la obsesión de buscar culpables y señalarlos sumerge la cuestión en el tejemaneje político que hoy enturbia la razón de millones de españoles.

Ayer, las redes vertían toneladas de pésames, lamentos, denuestos e insultos. El crimen de El Campillo ha producido una activación de las neuras y las fobias. La culpa es, decían unos, de quienes se resisten a imponer cadena perpetua, o de muerte; o sea, los partidos de izquierda y todos los buenistas en general. La culpa, escribían, es del juez que dejó en libertad al presunto asesino (para el que pedían cárcel), o de la aplicación de la ley de Violencia de Género, que criminaliza a todos los varones heterosexuales pero no impide que se produzcan casos como este. Se podían leer incluso mensajes que situaban la responsabildiad de lo sucedido en el hecho de que Laura (que para colmo era una mujer claramente comprometida con el feminismo) no fue advertida de quién era su vecino, no tomó precauciones a la hora de ir y venir... o, cambiando de enfoque, estaba allí, en un pueblucho onubense y viviendo enfrente del gitano, porque las reservas lingüísticas de las comunidades que exigen a los profesores el conocimiento de idiomas propios (Cataluña, País Vasco, Galicia, Baleares,...) le privó de la posibilidad de haber ido a un lugar más civilizado.

Y toda esa catarata acusatoria aparecía trufada de invocaciones a Vox (que a este paso acabará perjudicado por los excesos de sus propagandistas internáuticos) y de ridículos simplismos. Pobre muchacha.