Tenemos un gran país; somos una gran Nación, creamos y confiemos en ella". Más preclaro no podía haber estado Felipe VI. Coincido plenamente con su majestad en "que todo tiempo político tiene sus propios retos" y los actuales son, sin duda, mirar "hacia delante, hacia el futuro, hacia la España renovada que debemos seguir construyendo todos juntos". Soñar con una España, "unida y diversa", en la que quepan todos, "todos los sentimientos y sensibilidades, las distintas formas de sentirse español" puede sonar a utopía, pero realmente solo desde "la comprensión, el respeto y la convivencia", será posible "revitalizar nuestras instituciones y fortalecer nuestra cultura democrática". Qué cierto. Lo que uno no tiene tan claro es si este panorama idílico podrá alguna vez materializarse con políticos del pelaje de los nuestros, tan mal educados como los presidentes de Cataluña y Euskadi, Mas o Urkullu, que se presentan en la fiesta, pero no tienen la delicadeza de aplaudir el discurso del nuevo Rey, aunque solo sea por decoro. Ridículo gesto el suyo, mientras la mayoría de los presentes aplaudían. Rebeldes sin causa, lo mismo que los diputados de CiU y PNV que tampoco ovacionaron a Felipe VI, aunque en el caso de Mas, un sinsentido y cierto punto de hipocresía: no te aplaudo, pero luego te estrecho la mano y converso contigo. Le alabo el gusto al nacionalista Josep Durán Lleida, que demostró saber estar y mantuvo la compostura. De todo tiene que haber. En España, cabemos todos.

Periodista y profesora de universidad