La semana pasada ironizaba sobre la aplastante victoria del fútbol sobre las elecciones europeas en España, pero esta vez no me queda más remedio que reconocer el esfuerzo de los políticos para recortar ventajas. Eso sí, el mérito ha sido casi en exclusiva del candidato popular, Arias Cañete, que con sus regates hacia atrás y la derecha ha conseguido disputarle minutos a los Ronaldos, Costas y compañía, subiendo la adrenalina de aficionados y aficionadas. Sobre todo de estas últimas. La meta no era fácil. Solo hay que comparar el interés que suscitan uno y otro asunto para comprender que la contienda está perdida de antemano. El fútbol arrasará este fin de semana en todas las comparativas, desde la cuota de pantalla hasta la movilización ciudadana, pasando por la propia cobertura informativa. Por eso, había que hacer algo gordo, una verdadera gesta, para acortar distancias. Y ahí es donde apareció el extremo Cañete reivindicando la "superioridad intelectual" masculina para justificar su condescendencia con Elena Valenciano en el debate. Una desafortunada intervención, avivada por casi una semana de silencio, más propio del orgullo personal que de cálculos electorales, que ha abierto el debate de las ideas y despertado las conciencias ---como ha dicho la candidata socialista aragonesa, Inés Ayala--, adormecidas al parecer por el sopor de la crisis y la tensión futbolística. Así empezó a rodar la pelota perdida y sin dueño por el área de los populares sin que nadie saliera a despejarla. Y a las desigualdades, siguieron los derechos, el reparto social, la censura previa, hasta colarse el balón envenenado dentro de su portería. Otra vez al final de la campaña. Así es la política.

Periodista y profesor