El enfermo estaba ingresado con un grave problema de estómago, con varias úlceras sangrantes y muy mal pronóstico. Alguien de su entorno, viéndolo tan malito, quiso tener un último detalle con él y el alma caritativa le llevó al hospital, a escondidas claro, una cacerola de caracoles, con su fritadica picante, su plato favorito, que alegró la vista del paciente, despertó sus papilas gustativas y le hizo disfrutar de lo lindo hasta que… se murió. El amigo médico que me cuenta la historia como verdadera siempre la pone como ejemplo de hasta dónde llega la estupidez humana. Los del comercio de proximidad andaban ya bastante convalecientes con tanta gran superficie y a la expectativa tras las decisiones municipales de modificar todo lo modificable para poder autorizar nuevas superficies, outlets que son la última moda. Con la pandemia todavía andan más escuálidos tratando de sobrevivir. Les prometen ayudas, créditos a bajo interés y muchos ánimos, los mismos que se ponen de acuerdo para autorizar una competencia contra la que no pueden competir. El mercado hará de regulador, decían para autorizar más y más superficies olvidando que la población no aumenta ni duplica o triplica su capacidad de compra y que en el mercado, el grande siempre se come al pequeño. No se puede poner una vela a Dios y otra al diablo. Menos en Zaragoza, que sí se puede. Se crearán puestos de trabajo, aseguran. Pero nunca calculan los que se perderán entre los autónomos y empresas familiares. Susurran que había amenaza de deslocalizar puestos de trabajo. Pues que nos lo digan y así sabremos cómo juegan los que siempre acaban imponiendo sus intereses al bien común. Y si usted tiene un terrenito que quiere que le recalifiquen… acuda al ayuntamiento. Según sea su apellido igual tiene suerte y lo consigue. Y cuidado con los caracoles. H