A todos nos han conmocionado los atroces atentados terroristas perpetrados en Madrid el pasado 11 de marzo, ya que han ocasionado la muerte de cerca de 200 personas y heridas y secuelas, en algunos casos irreversibles, a otras muchas. Ante el dolor de las víctimas y de sus familias se nos encoge el corazón. Pero, ¿por qué estos loables sentimientos que albergamos no se extienden hacia los miles de personas que mueren cada día en nuestro mundo víctimas de las guerras, la pobreza y el hambre? ¿Será porque lo de Madrid nos podría haber pasado a cualquiera de nosotros en nuestra ciudad y lo del denominado Tercer Mundo nos queda muy lejos? ¿Por qué nuestro corazón distingue tan marcadamente entre los muertos dentro y fuera de nuestro "país"? ¿Por qué no dirigimos todas nuestras fuerzas a ayudar a los hermanos que agonizan cada día en todo el mundo en la dramática batalla de la supervivencia? La masacre del 11-M merecía la respuesta solidaria que el pueblo ha sabido dar. Pero no nos conformemos sólo con ayudar en momentos puntuales. Exijamos a los gobernantes y a nosotros mismos un compromiso sincero y efectivo para combatir los mayores problemas de la humanidad: el hambre y la pobreza. -- Enrique Lasaosa. (Zaragoza) M