De vez en cuando se producen situaciones que son más propias de países tercermundistas que de ciudades modernas y que aspiran a situarse en un puesto de privilegio en un futuro próximo. Este es el caso de las largas colas que durante casi dos días cientos de aficionados han tenido que hacer para conseguir las entradas para la final de la Copa del Rey de fútbol. A pesar del frío los abonados han aguantado con resignación. Pero a nadie se le escapa que este hecho en la actualidad es ridículo. Hay soluciones, como la del sorteo, que han aplicado otros clubs y además con un sentido más equitativo, que evita muchas molestias.