Un viejo bolero de Antonio Machín, en versión de Bebo Valdés y El Cigala, ha alcanzado unas cotas de popularidad inusuales, aunque lo inusual es algo bastante normal en el mundo artístico. La canción Corazón loco constituye un éxito sin precedentes, tan intenso y extenso que no hay capa social, sector de edad, territorio o autonomía en el que no se haya convertido en un fenómeno.

Suelen ser un misterio las circunstancias que rodean los grandes éxitos, arcanos que nadie conoce, porque si se conocieran, detrás de estos negocios estarían los bancos y las compañías de seguros, y, a veces, resultan todavía más inexplicables si los observamos con atenta mirada.

En efecto, sobre el papel, y antes de comercializar esta canción, su letra no podía resultar más incorrecta políticamente hablando. Cualquiera hubiera temido que el Instituto de la Mujer, o cualquiera de esas asociaciones que se encolerizan ante anuncios aparentemente inofensivos, fuera a protagonizar una reacción contraria. Porque en la letra se defiende algo tan erradicado como la figura del macho que disfruta de la esposa que cuida de los niños, la resignada esposa y madre, y, por otro lado, la amante ardorosa, la hembra apasionada, con cuyo complemento el macho se siente feliz, y las puede amar a las dos y no estar loco. Nada más. Y nada menos.

Todo lo que espanta al párroco católico y al párroco de la izquierda tradicional, y que ha rechazado en sus discursos y en sus homilías, o al revés; esa doble moral machista, donde la nochebuena se pasa con la madre de los hijos y la nochevieja con la querida, está aquí recogida de una manera tan puntual como exculpatoria. Bueno, pues progresistas, feministas, antimachistas y demás familia escuchan complacidamente la canción. Si eso constituyera una señal de tolerancia, me alegraría. Pero me temo que si eso mismo lo hubiera cantado Julio Iglesias, se habría armado.

*Periodista