Lo dice el CIS de diciembre. La preocupación de los españoles por la corrupción ha subido seis puntos respecto al mes anterior y se ha colocado en un 37,6% como segundo problema de los ciudadanos, solo superado por el paro, y doblando significativamente el índice del diciembre del 2012 (17,2%). Algunos, como siempre, con afán manipulador e intención de confundir, han recurrido a nuestra propia historia literaria, a la picaresca, para hacer de esto una inclinación cultural y justificar una condescendencia bondadosa inaceptable.

Sin embargo, se antoja más ajustada a la realidad la soflama lanzada por el ministro Solchaga en los 80 y que permanece inmutable en el tiempo: «España es uno de los países donde es más fácil hacerse rico rápidamente». Aquella joven democracia de la Transición tenía mucha prisa por corregir un retraso histórico y por integrarse en el pelotón de los países modernos europeos. Y a estas alturas todos sabemos que los vicios corren mucho más que las virtudes. Las urgencias especulativas nunca han dado tregua.

Mientras el Gobierno y otros interesados intentan convencer con datos sesgados que la recuperación va viento en popa, el pueblo constata su madurez democrática anteponiendo la cuestión de la corrupción a los problemas de índole económico, confirmando que el estercolero de la cultura del pelotazo y de las puertas giratorias sigue ahí y es la principal lacra que hay que conjurar. En el campo (viciado) de juego, unos y otros tratan de sacar ventaja estratégica de los casos que salpican a los demás: Bárcenas, Gürtel, ERE, UGT Andalucía, Nóos..., pero el terreno fangoso nos hunde a todos a la vez.

Lo peor de todo es la percepción generalizada de impunidad (el 71% cree que denunciar la corrupción «no sirve de nada»), pero también su capacidad para empapar hacia abajo, soltando «migajas» que se incrustan en las distintas capas del sistema, naturalizando el reparto del pastel, normalizándola hasta el punto de hipotecar el futuro del país. Lo ha dicho Julio Anguita pero lo podrían suscribir muchos más: «Ha llegado el momento de hacer algo de verdad. Si no lo hacéis por vosotros, hacedlo por vuestros hijos».