Considero que nuestra historia se ha construido sobre una sarta de mentiras. Nos han pontificado que la Iglesia católica, el Ejército y la Monarquía, instituciones rebosantes de patriotismo, nos han permitido superar nuestras continuas crisis, que han jalonado nuestra historia. Una patraña. La Iglesia apoyó la dictadura franquista, por lo que fue recompensada con todo tipo de prebendas. El Ejército, salvo en el siglo XIX, ha sido liberticida, en 1923 con Miguel Primo de Rivera y en julio de 1936 con Franco. Y tuvimos el alma en vilo el 23-F. Sobre la Monarquía luego seré más prolijo. Las tres instituciones han sido una rémora para nuestra modernización política. A pesar de ello, o, mejor, precisamente por ello, han sido las más privilegiadas en nuestra Carta Magna. En el art. 16, tras declarar un Estado aconfesional, se cita a la Iglesia católica. En el art. 8.1, las Fuerzas Armadas garantizan la soberanía e independencia de España. Y en el art. 168, se blinda la Monarquía.

Sorprende que la Monarquía tenga todavía tantos monárquicos. Este sentimiento se reduciría, si conociéramos nuestra historia contemporánea. La dinastía borbónica iniciada con Felipe V, siguió con Luis I, Carlos III y Carlos IV. La actuación de este y de su esposa María Luisa fue lamentable, entregando todo el poder a Godoy, que de simple Guardia de Corps se convirtió en el amo de España.

Fernando VII fue el más taimado, el más cruel y el más dañino. En la Guerra de la Independencia, mientras los españoles luchaban a muerte con el ejército francés invasor, como reflejó Goya en Los Desastres de la Guerra, su actuación fue deprimente. Publicó el 2 de abril de 1808 un decreto condenando la malignidad de quienes pretendían crear malestar a los franceses. Tras la marcha de toda la familia real a Francia siguiendo los designios de Napoleón, las escenas de Bayona fueron de una abyecta bajeza, cediendo tanto Carlos IV y Fernando VII todos sus derechos el emperador francés. Luego Fernando felicitó a Napoleón por sus victorias militares sobre los españoles. Más tarde le escribió: "Mi gran deseo es ser hijo adoptivo de S.M. el emperador, nuestro augusto soberano. Yo me creo digno de esta adopción, que sería, verdaderamente la felicidad de mi vida, dado mi amor a la sagrada persona de S.M.I. y R". A Napoleón le sorprendió tal servilismo. Una vez llegó a España Fernando, por el que habían muerto muchos españoles, no en vano fue llamado "El Deseado", en 1814 declaró la Constitución de 1812 y los decretos de las Cortes de Cádiz nulos y de ningún valor y efecto, como si no hubieran ocurrido nunca. Y el pueblo español, siempre tan presto a desperdiciar lo difícilmente conquistado, se aprestó sin empacho a cambiar el "Viva la Pepa" por el "Vivan las caenas". Mas no satisfecho por tanto daño hecho en vida, nos dejó a su muerte planteada una guerra fratricida.

La actuación de su hija, Isabel II fue no menos lamentable. La sucesión de sus amantes es interminable. Para conocer las vicisitudes de su vergonzoso reinado, puede leerse el gran libro Isabel II Una Biografía (1830-1904), de Isabel Burdiel. Tras la Revolución 1868 tuvo que exiliarse. Murió en París en 1904.

El 14 de enero de 1875 entró triunfalmente en Madrid como Rey, Alfonso XII, hijo de Isabel II, el padre parece que fue un capitán de ingenieros llamado Enrique Puigmoltó. Una anécdota muy expresiva del sentir cambiante de los españoles, cuando descendía en un brioso corcel blanco por las calles de Madrid, ante los estridentes vítores que no dejaba de lanzarle un paisano que corría a su lado, le hicieron inclinarse a Alfonso XII para decirle: "Pero, hombre, ¡que se va a quedar usted ronco!", a lo que el entusiasta replicó. "¡Que va! ¡Si me hubiera oído cuando echamos a su madre-!". Fue mujeriego empedernido, algo muy común en su familia.

Alfonso XIII propició y legitimó el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en septiembre de 1923, para paralizar el Expediente Picasso, relacionado con el Desastre de Annual, que podía salpicarle. En un viaje que realizó a la Italia de Mussolini presentó a Miguel Primo de Rivera, como su Mussolini particular. Su figura ha sido discutida por los historiadores, mas lo que parece evidente que su ideología política fue siempre autoritaria y antidemocrática.

Juan Carlos I fue designado por el dictador, al que en su primer discurso oficial como Rey dedicó las siguientes palabras, de las que todavía --que yo sepa-- no se ha arrepentido: "Una figura excepcional entra en la Historia, con respeto y gratitud quiero recordar su figura. Es de pueblos grandes y nobles saber recordar a quienes dedicaron su vida al servicio de un ideal. España nunca podrá olvidar a quien como soldado y estadista ha consagrado toda su vida a su servicio".

Mas a pesar del extraordinario blindaje mediático y constitucional, recientes comportamientos, como la cacería del Rey en Bostwana, líos de faldas, el caso de Urdangarín, la inculpación de la infanta Cristina --un auténtico circo y muy costoso--, conducen a un desprestigio irreversible de la Monarquía, según los sondeos del CIS. La realidad es la que es, mal que les pese a algunos. De verdad, no entiendo tanto monarquismo en España.

Profesor de instituto