A primeros del pasado mes de junio, el Instituto Internacional de Investigación de la Paz, con sede en Estocolmo, sacaba a la luz su Informe anual sobre el gasto militar en el mundo, un informe que pone los pelos de punta. Entre otras lindezas, el citado Informe revela que el gasto militar mundial creció el pasado año el 11%, es decir, se está alcanzando un mismo nivel armamentístico parecido al de los peores momentos de la guerra fría.

La cosa aún tendría algo de gracia si, estrujándonos la sesera, lográsemos atisbar algún beneficio de semejante desvarío. Mas no. Con eso de la guerra preventiva del señor presidente norteamericano, George Bush, y del guirigay armado en ese Irak que se ha querido liberar de armas de destrucción masiva y de dictadores a base de bombazos, muchos otros países han puesto sus barbas a remojar, han hecho su correspondiente pedido de juguetes bélicos y aspiran así a acabar comiendo un buen trozo de la tarta mundial o a no ser comidos de un solo bocado.

Estando una buena parte del planeta muerta de hambre y sed, presa de la enfermedad, la zozobra y la muerte, resulta que tanto gasto militar nos sale a 123 euros por habitante en el mundo; es decir, más de la renta per capita de no pocos países subdesarrollados. ¿Recuerdan ustedes las campañas por el 0,7% del PIB de cada país a destinar al Tercer Mundo, y que casi nadie ha llegado a cumplir jamás de los jamases? Pues bien, como botón de muestra, sólo los gastos militares de los Estados Unidos de América en el año 2003 representan el 47% del total mundial (956.000 millones de dólares).

LA JUGADA ES sencilla. Hay que vender a la vez amenazas mundiales junto con necesidad de seguridad y amor a la democracia. Mézclese bien para que nadie pueda aclararse finalmente de qué se le está hablando, agítese con patriotismo y sírvase bien frío. Al decir de algunos, los mayores enemigos de la humanidad son Fidel Castro y sus cubanos revolucionarios, los sirios, los norcoreanos, los sudaneses y los terroristas en general. De ahí que como ponen en peligro la civilización, la democracia y la libertad, haya que defenderse con firmeza, es decir, pertrecharse del armamento más mortífero y sofisticado. A todo esto, los "malos" de la película se ven obligados también a invertir una parte sustanciosa de sus escuálidas arcas en armamento de todo tipo para su defensa. ¿Quiénes son los beneficiarios principales y reales de toda esta locura vodevilesca? Los que más tienen, los que más pueden, los que más ambicionan, los que más explotan, los que más abusan. Forman una especie de organización mundial de los primos de Zumosol , que pagan con su dinero y con su sangre sobre todo los pringados y los desarrapados del mundo.

Fácil es adivinar cuáles son los países que más gastan en armarse: además de Norteamérica y Rusia, Japón (5% el PIB mundial), China, Francia, y Reino Unido (un 4%, cada uno de ellos). Júntense los gastos militares de todos los países que supuestamente representan un peligro mundial, multiplíquense por cifras elevadas, y no se habrá llegado aún a lo que gasta en armamento los Estados Unidos.

PARA COLMO DE males, de vez en cuando los "buenos" deciden librar una batallita contra el enemigo de turno, invaden su país, ocupan su territorio, imponen sus leyes e intentan vender después la moto de que lo han hecho por el bien de la humanidad. Que todo ello no es otra cosa que un grueso sofisma queda patente leyendo simplemente cada día desde hace muchos meses las noticias sobre Irak.

No hay que olvidar tampoco a los fabricantes, comerciantes y vendedores de armas, principalmente y a años-luz de cualquier otro, Rusia (que exporta sobre todo a China y la India) y sobre todo Estados Unidos (sus principales clientes son Taiwán, Israel, Egipto, Reino Unido, Grecia, Turquía y Japón). ¿Alguien entiende algo cuando el citado Informe de Estocolmo afirma que en el año 2.002 el número de conflictos armados en el mundo ha sido el más bajo desde 1997?

A pocos hechos, gestas e instituciones se recurre más a menudo que al ejército nacional de cada país para alabar y ponderar las glorias patrióticas acaecidas a lo largo de su historia. Quizá sería bueno instaurar otra efemérides histórica, definitiva: la supresión de todas las armas, los ejércitos y los conflictos del mundo.

En vez de armas, expórtense fábricas, escuelas, hospitales, carreteras, tecnología, cultura y bienestar?

*Profesor de Filosofía