Si los años 20 del siglo pasado fueron los del resurgimiento social, cultural y económico después de la Primera guerra mundial, la próxima década del siglo XXI, la de los 20, tiene visos de que se vaya a caracterizar por una locura muy cuerda, o sea, en positivo, en Aragón. Y es que a priori, hay muy buenas vibraciones en un apartado que es clave para el desarrollo de los territorios: la economía. Y será verde o no, pero en los últimos meses estamos asistiendo a una cantidad de proyectos que pasan por la comunidad autónoma y que generan empleos, algo vital para seguir avanzando.

Será porque la Cumbre del Clima de Madrid ha sensibilizado incluso a los más agoreros contra el ecologismo o porque llegan días en que la piel de los humanos se vuelve más fina, todos nos estremecemos más y hasta nos hacemos más sensibles, pero el caso es que Endesa parece que ha decidido no dejar tan tirados a los ciudadanos de Andorra y su comarca. Hasta el presidente aragonés, Javier Lambán, que últimamente está siendo muy ácido con algunos, también con Endesa, tuvo que reconocer que le sonaba mucho mejor el hecho de que la compañía eléctrica haya anunciado un plan de inversión de cerca de 1.500 millones de euros para descarbonificar Andorra, lo que supone mejorar en un 72% su inicial plan de acompañamiento al cierre de la central térmica turolense. Es obvio que esta promesa de sustituir el carbón por energías renovables le supone negocio a la empresa, porque si no no lo plantearía, pero también es una señal de ese compromiso que la multinacional tiene con un territorio en el que lleva muchos años comprometida obteniendo rentabilidades y ayudando en todos los aspectos. Que durante los años de la construcción de los parques eólicos y solares se emplee a más de 4.000 trabajadores (es decir entre los cinco o seis primeros años de la década que viene) y después, a partir de 2027, se mantengan unos 140 empleos, es una estupenda noticia para la comarca. Y así lo han reconocido sindicatos y políticos.

Es cierto que al final lo que quedará serán menos trabajadores empleados que los que hay ahora, pero dentro de siete u ocho años, también ha podido cambiar la comarca en otros aspectos. Y también es verdad que no son cifras tan apabullantes como las que estamos dando los medios de comunicación de los últimos proyectos que se asientan en Aragón y que veremos florecer en estos locos años 20.

A finales del año que viene se supone que estarán ya a pleno rendimiento los mataderos del Grupo Pini en Binéfar. Allí, todas las cifras son grandes: 130.000 m2 de planta, con 62.000 construidos, 13 cámaras de estabilización para 30.000 cerdos o 22 túneles de congelación. Litera Meat necesitará entre 7 y 8 millones de cerdos al año, una cantidad que estará disponible en un radio de 40 kilómetros y cuando acabe el año que viene habrá ya 1.600 trabajadores. Todo un complejo al que ya se está preparando la comarca oscense por las necesidades en vivienda y demás servicios que requerirán todos esos empleados, además de las infraestructuras de transporte.

Pero hay más con los 4.000 trabajadores que habrá cuando esté a pleno rendimiento la macroplataforma agroalimentaria que Guissona está levantando en Épila. Algo parecido a lo que Inditex tiene en la Plataforma Logística de Zaragoza.

Y los locos años 20 pueden serlo más si Amazon Web Services tira tal como se prevé y se convierte en Aragón en el eje de la economía digital de España. La compañía de Jeff Bezos tiene previsto generar unos 1.500 empleos con los tres centros de datos que ha anunciado que se levantarán entre el 2022 y el 2023 en la Plataforma Logística de Huesca, en Villanueva de Gállego y en El Burgo de Ebro. No hay nadie que diga que esta inversión puede ser negativa para la comunidad.

Con este panorama, sospechar que a Aragón le puede ir mal económicamente la próxima década es todo un atrevimiento. Pero eso si. Hay que saber aprovechar todos estos momentos. En este territorio a veces se han sabido obtener rentabilidades de las ocasiones que se nos han presentado y otras no, como en todos los lugares. La estabilidad política, algo que, frente a lo que ocurre en el conjunto de España aquí se da y en todas las instituciones, la social (los conflictos son los habituales y se resuelven bien), la empresarial, y la normalidad y sensibilización con la que se acogen transformaciones como las ecológicas (la ciudadanía suele ir por delante de los propios políticos y sus decisiones) son una garantía y un valor que tiene Aragón. Lo cual no quita para que estemos ojo avizor.

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