En varios momentos de mi vida, algunos periodistas y también algunos amigos me han hecho algunas preguntas incontestables por mi parte. No por el tema, que podía ser indiscreto o ignoraba, simplemente porque era una pregunta generalizadora. Por ejemplo: «¿Qué piensas de los jóvenes de hoy en día?». Como si la juventud no fuera una pluralidad, no reducible a una frase sentenciosa. Así crecen los tópicos, que son un lamentable desprecio a la diversidad.

A veces, las respuestas pueden ser brillantes, pero solo que se tenga un modesto conocimiento de la juventud habría que añadir a la respuesta una necesaria reserva. Pero ¿es admisible dictaminar cómo es la juventud? Hay un notable riesgo de error. Compartido en muchas ocasiones y tratando diversas materias.

Es extraordinaria la facilidad con la que dictaminamos. Lo hacemos con una sorprendente rotundidad o convicción. Hablamos sentenciosamente de la juventud y de la vejez, de los catalanes y los castellanos, de los chicos y las chicas, alimentando unos tópicos que se han ido diluyendo por la evolución de las formas de vida.

Hoy en día, las mujeres han conseguido con evidente naturalidad el acceso a cargos políticos y a las modernas tecnologías.

He empezado este artículo preguntándome qué piensan los jóvenes de hoy. Es conveniente saberlo. Pero ya hace tiempo que en determinados ámbitos y momentos es indispensable escuchar qué dicen las mujeres. Porque la llamada revolución femenina no es elitista sino un fenómeno histórico que ya está influyendo en la Humanidad.

No sé que pensaría, hoy, el gran clásico Orestes, que sentenció: «Las mujeres siempre han sido una pesada carga para el destino de los hombres». Realmente, los grandes clásicos griegos son de otro tiempo.

De todas maneras, los modernos también han dicho sus disparates. Jules Michelet escribió: «La mujer es el domingo del hombre».

*Escritor y periodista