Cuando todavía estaba en activo, a Albert Rivera le encantaba hablar de Adolfo Suárez. Era su héroe. En cambio, el hasta no hace tanto jefe de Ciudadanos no conocía tan bien la trayectoria de Francisco Fernández Ordóñez, líder de aquel partido socialdemócrata que formó parte fundacional de UCD. Cuando el centro político estalló en 1981, en parte por la incapacitación de Suárez, en parte por la incapacidad de Leopoldo Calvo-Sotelo, Pacordóñez, como lo llamaba la prensa, que lo adoraba, se integró en el PSOE de Felipe González, en cuyo gabinete de ministros llegaría ser titular de Asuntos Exteriores.

¿Sucederá con Inés Arrimadas algo parecido?

Ciudadanos lo está pasando mal en los últimos tiempos. Constantes deserciones y dimisiones vienen cuestionando la actual dirección, acechada desde el PP con toda una operación de acoso y derribo. Tras los fracasos en las elecciones autonómicas de Galicia y Cataluña, una nueva derrota en Madrid situaría a Cs en una posición precaria. Seguramente por eso, Arrimadas ha impulsado como candidato al 4-M madrileño a lo mejor que le quedaba en casa, a Edmundo Bal, abogado del Estado, moderado y honesto, y un notable parlamentario. Para ayudarle a difundir su ideología, equidistante hasta ahora, en teoría, entre derecha e izquierda, pero cada vez, da la impresión, más tendente a la socialdemocracia, el candidato Bal contará con el asesoramiento del diputado aragonés y periodista Daniel Pérez Calvo, sobre quien va a recaer la responsabilidad de dar una nueva imagen del partido ante los medios de comunicación y la opinión pública. Ninguno de los dos lo tiene fácil.

Tampoco se le presenta un futuro sencillo a Inés Arrimadas. Las claras lazadas de la derecha y los sutiles lazos con que los socialistas van amarrando el espacio de centro están dejando a Ciudadanos en un incómodo e indefinido lugar. A vueltas, una vez más, con la paradoja de que, siendo una mayoría de españoles votantes centristas, las siglas que aspiran a representar ese espectro acaban en el arcón de los fantasmas.

Tal vez por eso, en lugar de disfrazarse con sábana transparente, Francisco Fernández Ordóñez amortajó en su día la defunción de su partido socialdemócrata en una cama ministerial.

¿Se repetirá la historia, que dicen es circular, pero con otro espíritu?