Quiero decir idiota en el sentido que daban los griegos clásicos al término: las personas que carecen de conocimiento y criterio y se desentienden de la política. Solo desde semejante actitud sería posible, por ejemplo, que alguien pensara que Arabía Saudí le ha hecho luz de gas a Qatar porque aquel es un país respetable y este otro un aliado del terrorismo yihadista. O que la primera ministra May sea sincera al exigir más dureza frente a dicho terrorismo, cuando fue ella misma, siendo ministra del Interior, quien redujo en veinte mil agentes las plantillas policiales. O que el PP español encabeza la lucha contra la corrupción, mientras manipula el organigrama judicial y fiscal. O que Amancio Ortega lleva a cabo sus donaciones por puro altruismo.

Es verdad que actualmente diversas maquinarias trabajan día y noche para generar idiocia en estado puro. Es la clave para poder minar la democracia desde sus propios fundamentos y hacer que la gente más ignorante comulgue con ruedas de molino. Pero por fortuna este tipo de manipulación tiene un problema: todavía quedan muchas personas con la suficiente inteligencia y formación como para darse cuenta de la jugada. Sí, hay gente con memoria y sentido común (del de verdad, no del de Rajoy) capaz de distinguir entre sunníes y chiíes. Gente enterada (aunque sea a través de la muy accesible Wikipedia) de la presencia saudí en las redes wahabíes, fundamento de islamismo violento. Gente que capta las implicaciones de la destrucción del Estado, tan exigida por los ultraliberales neocon. Gente, en fin, escandalizada ante la extensión e intensidad de las redes corruptas en España, la normalización del fraude fiscal por parte de los más ricos y los argumentarios conservadores al respecto.

Por eso (no tanto por la habilidad de las izquierdas) el PP no logra volver a las mayorías absolutas y la británica May ya no tiene tan clara la aplastante victoria electoral que le vaticinaban hasta hace bien poco.

En cuanto al dueño de Inditex... ya hablaremos mañana.