Hay oposición en Aragón? Esta es una pregunta que se formula machaconamente en las últimas semanas y que tiene mucho que ver con la situación por la que atraviesa el Partido Popular, tanto en España como en la comunidad. En el ámbito nacional, los populares siguen confundidos tras la tímida ¿renovación? de su reciente congreso, y en el espectro puramente aragonés se encuentran inmersos en una batalla interna por el control del aparato interno que les aleja del pulso político cotidiano. Sólo hay que repasar titulares y portadas de la semana para comprobar por qué han sido noticia los populares. En la escena española por la entrevista entre José María Aznar y George W. Bush, un acto de flagrante deslealtad al producirse antes incluso de que el presidente estadounidense reelegido haya contestado la llamada de felicitación de José Luis Rodríguez Zapatero. Y en el aspecto más inmediato, por los preparativos al congreso regional que enfrenta al actual presidente, Gustavo Alcalde, con el exalcalde de Zaragoza y número uno de la organización en la provincia, José Atarés, que lleva camino de quedar totalmente laminado.

Desde la vuelta del verano, el PP ha perdido numerosas ocasiones para fiscalizar la acción pública y para hostigar al PSOE, que ha tenido dos o tres resbalones en las últimas semanas más criticados desde la prensa independiente y desde los colectivos ciudadanos que desde las filas populares. Sirva el ejemplo de las cuentas del Estado para la comunidad: aunque al final la habilidad negociadora de Marcelino Iglesias ha conseguido dejar unos presupuestos del Estado a la altura de las necesidades de Aragón, lo cierto es que las primeras cifras eran desconcertantes y claramente mejorables. Y sin embargo, los populares no consiguieron hacer oír sus planteamientos al conocerse el primer borrador presentado por Pedro Solbes, enfrascados como estaban en luchas internas y fraticidas por el control del partido de cara a los congresos.

En este escenario, es urgente reclamar al PP que reacomode sus tensiones internas y retome el protagonismo que debe ostentar la primera fuerza política de la oposición. La situación actual, salvando las distancias, recuerda el inicio de la legislatura 95-99 para el PSOE, con un partido debilitado tras la pérdida de poder local, autonómico y nacional. Los socialistas pasaron al menos un par de años en un desconcierto absoluto, tanto en las Cortes como, especialmente, en el Ayuntamiento de Zaragoza. Y esta parálisis fue muy negativa para los intereses generales, pues permitió al PP, entonces en el poder, tomarse demasiado tiempo para tomar decisiones importantes y ralentizar la gestión diaria hasta límites intolerables. Sólo hay que recordar los dos primeros ejercicios del mandato de Luisa Fernanda Rudi para visualizar esa perniciosa paralización. Unas cuantas medidas económicas salpimentadas por un puñado de maceteros es lo único que se recuerda de aquella etapa, que sirvió, eso sí, a CHA para hacer valer su entonces reciente acceso a las instituciones ante la fragilidad socialista.

La duda que permanece abierta es si la situación del PP tras sus congresos regionales y provinciales será lo suficientemente vigorosa. El aparato que surja de estos cónclaves, que no será otro que el designado por el actual presidente, Gustavo Alcalde, tendrá muchos frentes que atender, demasiados como para prescindir de la minoría. Por tanto, es clave para el PP definir el papel que jugarán a partir de ahora José Atarés y los cargos públicos que le han defendido en su lucha contra el candidato a la reelección. Y por lo que se intuye tras las declaraciones del delfín de Alcalde, Domingo Buesa, futuro presidente provincial del PP, aún queda mucha tela que cortar. Buesa no muestra intención de integrar a hombres clave en el grupo municipal, como Jorge Azcón o Ricardo Mur, sino más bien de absorberlos dentro de la mayoría legitimada por la dirección del partido tras los cónclaves de las próximas semanas. Sólo así se entienden sus declaraciones en las que tácitamente pide paso para alzarse con la portavocía y el mando de los once ediles populares en el Ayuntamiento de Zaragoza, que han sido rápidamente contestadas por quienes ahora ejercen el control del grupo.

Siendo lógica la resituación de fuerzas en el seno popular, para el 2005 los populares tienen que presentar una nueva cara y realizar una política de oposición más elevada y anticipatoria. En los últimos meses, se ha hablado mucho en el PP de Aragón de nombres, cargos y reparto de poder, pero poco de política con mayúsculas, de temas de interés para los ciudadanos. Y ya decíamos en estas mismas páginas hace dos meses que ése tiene que ser el verdadero compromiso de un partido con los sectores a los que quiere representar y con las instituciones que pretende gobernar. Si el PP sigue siendo noticia por sus cuestiones internas estará perdiendo una oportunidad de oro para reencontrarse con un electorado que acepta la divergencia y la democracia interna en los partidos, pero sin llegar a ciertos límites de desasosiego que sólo suman desconcierto y restan crédito.

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