El Gobierno de José María Aznar contrató por dos millones de dólares a un lobi para promocionar en Washington la política española. Se trata de una práctica frecuente, aunque no se entiende que en este caso fuera necesaria, ya que aquí se presumía mucho de tener acceso directo a George Bush.

Pero de las facturas se desprende que esos servicios tan generosamente retribuidos con dinero público estuvieron orientados, sobre todo, a promover la persona de Aznar, a influir para que le concediesen la medalla del Congreso de EEUU y para mentalizar a congresistas y senadores americanos para que asistiesen a sus cenas y discursos.

Este nuevo problema que el expresidente causa a sus sucesores en el PP concuerda con el personalismo que le embarga y con su conocida tendencia a monopolizar el Estado. Además, quiebra la aireada consigna del PP de la limpia utilización de los fondos de los contribuyentes. Se debe aclarar si es una malversación, penalmente hablando, tal como apuntan PSOE e IU. Pero de lo que no hay duda es que estamos ante un caso de uso partidista de los recursos públicos, políticamente bochornoso. A ver si Aznar no lo despacha, como suele, sin dar explicaciones reales.