El «si no es sí, es no» de la vicepresidenta Carmen Calvo ha encendido los ánimos. Son muchos (y muchas) los que andan ojipláticos ante la propuesta de que sea considerado agresión todo acto sexual en el que no medie un sí. La ficción siempre ayuda a ver lo que los velos ideológicos enturbian. Imaginemos, pues. Eres mujer. Sales de fiesta. La noche se desmadra y el alcohol (o lo que te hayan echado en la bebida) te hace perder casi el sentido. Un desconocido o un compañero de trabajo o, incluso, un amigo, decide que ha llegado la hora del sexo. Curiosamente, no se le ocurriría robarte el monedero, pero cree que ‘si te dejas’ (qué gran expresión cuando la voluntad está anulada), tu cuerpo le pertenece. Sigamos imaginando. Eres hombre y has tomado demasiadas copas. Apenas coordinas los pasos. Una amiga de una amiga se ofrece para llevarte a casa, pero te lleva a la suya. ¿Por qué no ellas?, el plural ayuda a verlo más claro. La cuestión es que esas desconocidas que nunca elegiríais como compañeras de cama deciden que introducirte en el sexo anal con sus consoladores es una gran idea. Tamaño extra. Qué divertido, ¿verdad? Juguemos un poco más, cambiemos a las mujeres agresoras por hombres. Cinco, por ejemplo. Tú eres el hombre que vuelve a casa después de la fiesta y esos tipos que parecían tan simpáticos, de repente, te meten en un portal. Ahora también estás ojiplático. Más bien sumido en un estado de estupor que te hace «adoptar una actitud de sometimiento y pasividad». De tu boca no sale ni una palabra. ¿Entiendes ahora lo del «si no es sí, es no»? H *Escritora