Nuestro nivel de socialización se ha mimetizado tanto con el medio ambiente que la adaptación consiste en transformar el entorno a las personas, y no al revés. Decía el antropólogo Marvin Harris que la vida social humana es una respuesta a los problemas prácticos de la existencia terrenal. Por eso afirmaba que la forma principal de adaptación biológica es la cultura, no la anatomía.

Estos días, en los que el coronavirus se ha convertido en un agujero negro de información, nos esforzamos por comprender las conductas personales desde diferentes perspectivas. Junto a la tragedia y el dolor que retumban en las cifras de la enfermedad, los nuevos retos y miedos grupales comparten análisis con la creatividad y el negocio económico. Nos resulta curioso, sorprendente, trágico, cómico, o lo que sea, descubrir cómo los demás, y nosotros mismos, participamos de este proceso adaptativo. Nos satisface creer que somos capaces de resistir y aclimatarnos al escenario del confinamiento. Pero la realidad demuestra que somos nosotros los que hemos cambiado el entorno para que se adapte a la realidad propia. ¡Que se lo digan al ecosistema! Los antropólogos del futuro fecharán este tiempo como paso del 'homo sapiens' al 'homo virus'. Los pacientes con desajustes psicológicos deben comprender que su ansiedad tiene mucho que ver con los excesivos esfuerzos que hacen por adaptar su personalidad al resto del mundo. A quienes tienen dificultades de comportamiento, o sufren malestar, les resulta de utilidad tomar consciencia de que el problema, como el infierno de Sartre, suele estar en los otros. Muerta la culpa, vivo el paciente.

Adaptación

Hemos adaptado el aislamiento a nuestra vida personal, social y económica. Lo que implica más tensión y ansiedad en una situación ya de por sí compleja. Vean el ejemplo de la publicidad. En cuatro días ha modificado su formato, sus protagonistas y sus mensajes. Su contenido caramelizado, casero y familiar, resulta tan empalagoso que no creo que este año nos haga tanta gracia que los del turrón nos recuerden que debemos volver a casa por Navidad. Los bancos ya no son unos malvados desahuciadores que tuvimos que rescatar con dinero público, sino nuestro apoyo desinteresado en la desgracia. A este paso nos van a querer más que a sus comisiones. El exceso de socialitis en las pantallas desborda almíbar solidario. No somos mejores ni peores que antes de la pandemia. Nos ayudamos en las necesidades al mismo tiempo que insultamos al vecino si trabaja cerca de contagiados. Somos disciplinados en las normas de contacto social, pero al mismo tiempo sacamos la gorrilla de autoridad que llevamos dentro para decidir quién puede o no andar por la calle. Aplaudimos emocionados junto a nuestros vecinos a las 8, y una hora más tarde, la cacerolada a favor o en contra del Gobierno, nos pone mirada desafiante hacia las mismas ventanas para confrontarnos con las banderas de nuestro astado mental.

En la política también se adapta la realidad común a la particular forma de ser y pensar. Con Rajoy vemos cómo se corre en el confinamiento. Por sus razones. Don Mariano es Confinator, el cíborg dispuesto a terminar con el líder de la resistencia progresista, Sánchez Connor. Sus piernas siempre fueron mucho más avanzadas que el registro de su cerebro. Aunque en realidad es mucho más ágil que su sucesor.

De tanto mirar atrás, Casado se va a convertir en una estatua de Vox. El dolor de cuello, por el permanente giro forzado a la diestra, le está provocando al dirigente popular una tuertócolis de miras. Se le está atragantando el pacto de Estado que le ofrece Sánchez. Los virus de la derecha le han hecho inmune al consenso. Los murciélagos pueden transmitir el coronavirus, pero los vampiros de Aznar en FAES le han succionado su acordura política. Como Arrimadas esté avispada puede dejar enjaulados, sin distanciamiento electoral, a los populares a merced de Abascal. Y ya se sabe que pasa con las especies 'fachívoras'.

El diálogo ya se ha puesto en marcha y no va a esperar al Godot popular. Mientras, el Gobierno sigue dando pasos para suavizar el despertar social. Va a ser determinante, por positiva, la puesta en marcha de un ingreso mínimo vital que podría beneficiar a tres millones de personas en un millón de hogares. Si Luis de Guindos es capaz de coincidir con Pablo Iglesias, en poner en marcha una renta de emergencia mínima, ¿tan difícil es que haya un consenso amplio para que España tenga un futuro básico en su actividad vital?

En Aragón, Lambán ha recuperado su varita de 'Javi Potter' para lograr un hechizo de acuerdo político y social unitario que ya está en marcha. Quizás el coste sea tener que estar pidiendo demasiadas veces perdón por errores desconocidos. La lógica se ha impuesto en la enseñanza y la comunidad educativa ve con buenos ojos que la norma sea pasar de curso. Bastante castigo tienen ya nuestros hijos, telestudiando en el encierro, como para amargarles el curso que viene. Se nota que tenemos a un buen abuelo de presidente porque don Javier sigue preocupado por la descompresión infantil. La salud física y psicológica van de la mano.

En fin, ya se va terminando un mes que no hemos podido disfrutar por culpa del maldito coronavid. Al menos, ya podemos decirle a Joaquín Sabina quién nos ha robado el mes de abril.

*Psicólogo y escritor