Las noticias internacionales vienen dando de España la imagen de un país desorganizado y divertido, donde lo mismo se escapa un rey que un rapero, y donde la crisis económica es tan grave como las amenazas secesionistas de algunas de sus autonomías (¿para cuándo, vicepresidente Iglesias, un Estado federal?). También, la imagen de un país en el que siempre torna a salir el sol, un lugar paradisíaco, con interminables playas donde millones de turistas volverán a adormecerse, en cuanto el doctor Simón les dé permiso, con su cañita en la mano.

Un Gobierno que reconoce haber cometido errores con la pandemia y un país al que las vacunas están llegando con tanta demora no suman un binomio ganador. Es cierto que la Unión Europea va a destinarnos importantes ayudas, pero ni han llegado ni se sabe cuándo y cómo se integrarán en nuestra economía real. Parece cierto que el Ejecutivo de Sánchez va a insuflar al turismo y a la hostelería otros prometidos 11.000 millones, pero ninguno de sus posibles beneficiarios sabe hoy, para no echar la persiana, dónde echar la instancia. ¿No serán tan ilusorias estas promesas como el horizonte de recuperación? Porque, ¿sigue siendo España aquella potencia que declaraba la guerra a Irak (Aznar), protagonizaba acontecimientos planetarios (Rodríguez Zapatero), participaba en el G-7 (Rajoy), o ha descendido de rango? ¿Pintamos mucho, poco o nada en el concierto internacional? ¿Nos visitará Joe Biden, como aliados que somos de los Estados Unidos, o la Casa Blanca seguirá ignorando nuestra existencia, como hicieron el maula de Obama y el malvado Trump?

¿Y qué imagen tendrán los españoles de España? La conciencia nacional, si alguna vez existió, está dando paso a un coro de grillos, en medio de cuyo concierto es difícil escuchar la voz de un sentido común que sea sentido y común a todos. Dirección, objetivos, equipos, un esfuerzo ilusionante y compartido… recetas que en cualquier iniciativa privada sumarían expectativas de éxito, pero que ni siquiera se plantean en una empresa pública cuarteada por las divisiones internas y los intereses externos.

Y, sin embargo, si España es su sol, y brilla, y hace calor, se marcha el bicho y vuelven los guiris, seguiremos tomando cañas, y el pelo unos a los otros, como el rapero y el Rey.