Si es usted es un profesor universitario, o profesora, que se dedica a formar a los futuros docentes y aspira a ganar un premio a la innovación pedagógica, le irá muy bien si pone en práctica las pautas que se mencionan en los párrafos siguientes. Probablemente, quienes lean este artículo querrán saber en qué me baso para aconsejar esas pautas pedagógicas. La mayor parte las he extraído de la lectura de los escritos y de las declaraciones vertidas en diferentes medios de comunicación por parte de algunos de los docentes premiados.

Tenga siempre muy presente que lo menos importante es que sus alumnos aprendan nuevos saberes. No se olvide de que hoy en día todos los conocimientos que los futuros docentes necesitan, están disponibles en internet de forma gratuita, con lo cual no tiene sentido que sus estudiantes aprendan técnicas de estudio eficaces y mucho menos que desgasten sus neuronas en memorizar contenidos que en pocos años se quedarán anticuados. Eso, además, le reportará a usted otra ventaja añadida: al haber traspasado a sus estudiantes la responsabilidad de aprender por sí mismos nuevos conocimientos, no será necesario que gaste su dinero en asistir a congresos para estar al día de los resultados de las investigaciones más relevantes sobre el tema, ni tampoco tendrá que perder el tiempo en pasar largas horas leyendo esos libros tan pesados que escriben sus anticuados colegas universitarios que todavía siguen escribiendo sesudos libros.

Debe convencerse de que para ser un buen docente no universitario, mucho más importante que atesorar conocimientos, es ser una persona equilibrada, feliz consigo misma y tener una inteligencia emocional a prueba de bomba. Por ello, en lugar de aburrir a sus alumnos enseñándoles nuevos saberes, deberá olvidarse de las anticuadas clases magistrales y sustituirlas por sesiones de mindfulness y de coaching. O lo que es lo mismo: debe practicar una pedagogía inspiradora, permitiendo a sus estudiantes que, en algunos momentos de sus clases, repongan el cansancio acumulado con un sueño momentáneo; que al introducirse en el aula dejen su calzado de calle en la puerta y lo sustituyan por las babuchas y las zapatillas caseras; o incluso aconsejar a sus estudiantes que vayan a clase con ropa informal y ancha para poder respirar más profundamente y para que experimenten en sus carnes que el aula debe ser siempre un lugar acogedor.

Si es usted varón, debe tener mucho cuidado en cómo se relaciona con sus alumnas, para impedir que lo puedan acusar de machista y de acoso sexual. Para evitar esas acusaciones, siempre que reciba en su despacho a alguna alumna hágalo con la puerta bien abierta. Asimismo, cuando vaya al bar de enfrente de la Facultad con el propósito de invitar a sus estudiantes (estas invitaciones son un complemento muy importante para que sus alumnos y alumnas lo evalúen positivamente) procure hacerlo siempre en grupo. Le saldrá mucho más caro, pero evitará que las malas lenguas vayan diciendo por ahí que lo hace para conseguir el favor sexual de alguna alumna o alumno concreto.

Convénzase también de que ya pasó el tiempo en que el profesorado universitario pasaba muchas horas preparando los exámenes y posteriormente quemándose las pestañas corrigiéndolos. La pedagogía inspiradora conlleva que no haya exámenes. Dado que la ley exige que en las actas figuren calificaciones numéricas, lo auténticamente cool es que sean los propios alumnos quienes se autoevalúen, tomando como referencia los trabajos que han tenido que hacer a lo largo del curso (ahora llamados proyectos). Por favor, no se le ocurra modificar esas calificaciones aunque sea usted consciente de que la mayoría de esos trabajos son un plagio de los muchos que existen en internet y, sobre todo, en «el rincón del vago». En lugar de pasarse media noche corrigiendo exámenes, sin que nadie reconozca ese trabajo extra ni que se lo paguen, dedique ese tiempo a disfrutar de sus múltiples hobbies. Además, con esa manera de concebir la evaluación logrará que sus estudiantes le otorguen la máxima puntuación posible en las evaluaciones anuales que hacen a sus profesores y profesoras a través de un estrafalario cuestionario en el que se incluyen preguntas cuyo objetivo es calificar la competencia científica del profesorado. Con esas elevadas puntuaciones que, sin duda, sus alumnos le otorgarán, tendrá recorrido un significativo trecho para que le concedan algún sexenio de investigación y quién sabe si también le servirá para promocionar en su carrera docente.

Esas actividades didácticas, derivadas de la sugerente pedagogía inspiradora, son más viejas que los balcones de madera. Siempre ha habido profesores y profesoras que se han escaqueado todo lo que han podido, gracias a que la universidad es la única institución pública donde la ley posibilita que el escaqueo sea una práctica consentida.

Lo verdaderamente novedoso de la situación actual de la universidad española es que ahora el profesorado universitario que se escaquea valiéndose de esta supuesta pedagogía innovadora es premiado.

*Catedrático jubilado Universidad de Zaragoza