Cuando lo menos noble del ser humano alcanza tanto espacio en las noticias resulta muy reconfortante que de tanto en tanto se cuele alguna gesta, casi sobrehumana, donde el espíritu de superación nos reconcilie con la bondad de la existencia. Un buen ejemplo lleva por nombre el de Francisco García Vena, Cisco, el cual quedó un mal día parapléjico, víctima de un accidente de snowboard, pero su vida no se truncó ni Cisco perdió por ello las ganas de vivir. Cisco no se ofuscó pensando en el «por qué a mí» del trágico suceso, sino que se centró en el «por qué a mí» de todo lo bueno que le ha pasado en la vida. Así, hoy, felizmente casado con su novia de siempre y padre de un niño, aspira a competir en los próximos Juegos Paralímpicos que ya debían haberse celebrado en Tokio y que el covid-19 ha postergado unos meses; Vanesa Martín le ha dedicado una canción de su último disco, mientras que él ha escrito un libro, Irrompible, donde nos enseña a abrazar la vida tal como viene, con una gran sonrisa en el rostro y otra, aún mucho más grande, en el alma. No resulta nada fácil vivir con una limitación física en un mundo lleno de barreras que no tienen en cuenta la diversidad funcional, por más que, poco a poco, la sociedad vaya dando pequeños pasitos para facilitar una completa integración. Sin embargo, de momento, para enfrentarse a condiciones adversas es preciso todavía un gran esfuerzo de superación, que no siempre reconocen las instituciones susceptibles de proporcionar algún tipo de ayuda. Quienes luchan por un mundo más justo bien saben que no es posible la igualdad de lo que es desigual, sea por nacimiento o accidente; por ello son absolutamente necesarias las medidas compensatorias que equilibren la balanza, pues no todos caminan por el mundo haciendo gala de una voluntad irrompible.