Lo malo que tiene esto de tener un Banco Central Europeo, cuyos economistas sean unos profesionales que no le deben su puesto de trabajo a un partido político en general o a un político en particular, es que dicen lo que sus conocimientos les dictan, sin pensar si van a disgustar a socialdemócratas, conservadores, franceses o alemanes. Estos economistas van por libre y como, encima, no se tienen que presentar a unas elecciones para seguir cobrando, resultan a la postre sumamente peligrosos.

Hay un tal Issing, por ejemplo, Otmar Issing para ser más exactos, que en el periódico Die Welt , ha venido a decir que lo de que Alemania y Francia se pasen por el arco del triunfo el pacto de estabilidad, y se endeuden más allá del 3% del PIB, viene a ser como el león sordo de la selva que, en medio del concierto, seguido por todos los animales, llegó y se comió al violinista.

Este tal Issing no es el encargado de recoger la correspondencia o de vigilar que se mantengan limpios los cristales de las oficinas de la entidad, sino que ostenta el cargo de economista jefe del Banco Central Europeo. También dice que no poner en marcha el expediente sancionador a Alemania y Francia por incumplir las reglas que ellos mismos impusieron es una temeridad. Si unos países tienen bula, ¿por qué no los otros? Si unos incumplen, ¿cuál es el incentivo para que los otros se sacrifiquen y acaten las reglas? Y, si los demás observan que jugamos con las cosas de comer, es decir, con el presupuesto, gastando más de lo que ingresamos, ¿por qué van a comprar euros y se van a fiar de una moneda acuñada por un conjunto de países derrochones?

Ignoro si en la reunión hispano-franco-alemana celebrada en La Moncloa se ha hablado del tal Issing o sólo se ha departido sobre gente simpática y asuntos agradables. Pero podían haber recordado a Bell, cuando decía que la economía es el arte de aplicar recursos escasos a demandas rivales .

*Escritor y periodista