No me atrevo a juzgarles. Ni a afirmar que deberían haber hecho esto o lo contrario. Cuando salió la primera noticia de unos padres que sacaban a su hijo de un hospital británico, se dijo en algunos sitios que lo hacían movidos por el integrismo religioso. Un juzgado británico ordenó su detención cuando ya estaban en España. Los padres alegan que sacaron al pequeño porque el tratamiento contra el tumor cerebral que padece no funciona y, sin embargo, le está comiendo las pocas fuerzas que le quedan. Dicen que querían vender una propiedad que tienen en España para poder pagar un tratamiento (llamado de protones) de miles de euros y que solo se puede recibir ahora mismo en EEUU, Francia y la República Checa. Hasta aquí la versión de los padres. Podemos añadir todos los comentarios que queramos desde la cómoda superficie. Hablo con una amiga oncóloga que me plantea dudas de difícil respuesta. ¿Qué pasa cuando como médicos ofrecen el mejor tratamiento disponible basado en la evidencia para una enfermedad, potencialmente mortal en este caso, y los padres se niegan? ¿Es lícito negar a unos padres que busquen otras opciones terapéuticas para su hijo? Gracias a la historia de Ashya, otros padres han comenzado a pedir ayuda públicamente. Juanjo Cuéllar y Beatriz Correal, dos periodistas de La Sexta, contaban esta semana la historia de Juan, de 4 años, que también padece un tumor cerebral y vive en El Puerto de Santa María (Cádiz). Su pequeño cuerpo ha dicho basta a la radioterapia y a la quimio. No reacciona a los tratamientos y su madre afirma que ya casi no habla. Por eso quieren intentar la terapia de protones, la misma que piden los padres de Ashya.

Periodista