El relevo de los militares españoles que están desempeñando una peligrosa misión internacional en Irak constituyó ayer una jugada política de mucho peligro. Lo que estaba organizado para ser una salida normal, desde el aeropuerto de Zaragoza, de la primera tanda de logísticos que iban a volar en avión comercial hasta Kuwait se convirtió a lo largo de toda la tarde en una gran incógnita sólo argumentada en "motivos técnicos". El Gobierno en funciones de Aznar jugó con fuego porque durante muchas horas puso en una innecesaria tensión emocional y profesional a 160 militares (y a sus respectivas familias, que incluso se llegaron a alegrar del aplazamiento para posteriormente vivir con desconcierto la realidad de la partida) convirtiéndolos en unos auténticos soldados de plomo. Tensión que también llegó a los militares que esperaban en Kuwait la llegada del avión para regresar a España y que no sabían si su destino final sería su casa u otra vez Diwaniya. Bastante complicado resulta a los componentes de la misión viajar sin saber si tendrán que estar de regreso en junio tras desmontar la base española como para que se juegue de esta manera con ellos. El PSOE ya dijo que no pondría objeciones a los relevos por lo que la duda generada es gratuita.