De vez en cuando, surge una voz. Ahora, hoy, la de Krisenka Finley. Y aparece un disco, Wasteland .

Que es un cedé asombroso. Por la voz, en primer lugar. Por los arreglos. Y porque, como si fuera la chica ye-yé, Krisenka canta en inglés.

Lo cual, si tenemos en cuenta que su autora es profesora de esta lengua, nada tiene de extraño. Krisenka podía haber interpretado las letras en cualquier otro de los idiomas que domina, ruso, alemán, francés, catalán, pero ha optado por la lengua del rock. Sus temas, y también las versiones de Lennon-McCartney, más otras que enriquecen el disco, suenan mejor en inglés. ¿Por qué? Debido fundamentalmente, afirma ella, a que el sistema silábico y fonético del castellano presenta dificultades a la hora de apocopar vocablos. Probablemente, no le falta razón.

De manera que Krisenka Finley, como Dover, o como esa prometedora banda zaragozana, Big City, canta en inglés. Todo empezó hace algunos años, en su adolescencia, cuando sus hermanos ponían los recopilatorios de los Beatles en un pick-up que estaba en su cuarto. Esas canciones, que ella memorizaba, debieron remover algo en su interior porque años después la tenemos ya fatigando Irlanda, sus familias, sus pubs, dejándose arrastrar por la corriente de música céltica, vocal e instrumental, que en esa vieja nación sigue uniendo a todos sus miembros. Hay ecos de esos timbres folklóricos en Wasteland , como también se perciben en la que sin duda es una de sus grandes influencias: Joni Mitchel.

Pero la culpa de todo, además de los Beatles, la tuvo Prince. Krisenka estuvo en primera fila en el concierto que el mago de Minneapolis ofreció en Zaragoza, allá por el invierno de 1998, y fue de los fans que pudo subir al escenario. Y allí se quedó, mientras los gorilas desalojaban a los demás, con Prince para ella sola. Ella le habló; el respondió, y le dio la mano. Y esa mano tuvo la culpa.

Krisenka Finley no sabía que, en ese momento, Prince llevaba ya muchas horas en la Sala Multiusos. La prueba de sonido estaba prevista para las seis de la tarde, tres horas antes del concierto, pero el astro se había presentado a las cuatro. Un frío helador se colaba por las puertas abiertas, y los equipos de limpieza no habían acabado aún su trabajo, cuando el músico, con pasamontañas y mitones, acompañado por Larry Graham, que estaba más pelado aún, enchufó la guitarra y se puso a funkear. Juntos, en la soledad de la sala, tocaron durante más de una hora.

Historias del pop... Krisenka opina que no es imprescindible, para una cantante de rock, asimilar y poner en escena técnicas de provocación como las que han hecho famosas a Madonna, a la Minogue o a Janet Jackson. Que la voz y la música, el sentimiento y la espontaneidad, bastan para emitir un mensaje universal.

Wasteland ha contado con el asesoramiento y participación de un músico excepcional: Iñaki Fernández. Fan de los Beatles, y hombre de sobresaliente cultura musical. Hay que destacar asimismo el trabajo de Eddie Santín.

Muy recomendable.

*Escritor y periodista