Al presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, y al alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, les vendría bien que en España, en las comunidades autónomas y en las grandes ciudades del país no se firmaran muchos pactos políticos para recuperar la normalidad y salir de la crisis generada por el covid-19. Les pondría todavía más en valor después de que hayan sido las primeras autoridades españolas en conseguir un gran consenso político y económico en las Cortes de Aragón (menos Vox, que ya se sabe que no ha venido a ayudar a nada) y también social en el Ayuntamiento de Zaragoza (menos los mismos de extrema derecha, por mucha muleta del alcalde que sean, y los de ZeC que no han podido explicar bien el por qué de su desmarque). Unos pactos por la reconstrucción que, desde luego, sirven para acrecentar el prestigio de los dos líderes ante su público y ante el resto de la sociedad. A pesar de que la política de fuera de Madrid sigue siendo intrascendente para la gran mayoría de medios nacionales y solo el acuerdo regional fue objeto de algunas colas en algún telediario y piezas pequeñas o simplemente nada en los diarios de la capital, allí sí se ve lo que ocurre en Zaragoza.

Lambán llevaba ya carrerilla después de conseguir tras las elecciones de mayo del año pasado un pacto a cuatro partidos (tan distintos) y formar un Gobierno que lo que ha generado ha sido una unanimidad, un sosiego y un buenismo en la comunidad como nunca se había visto en años. Su criterio ante la crisis sanitaria (que es como le gusta llamarla al presidente Sánchez) ha sido más político buscando ese consenso entre los partidos, los cuatro agentes sociales y los municipios, comarcas y provincias. Se puede decir que ha conseguido un notable por el elevado grado de acuerdos en todos los aspectos, además de mostrarse ante España como un ejemplo de que todos han cedido porque se puede y lo prioritario ha sido lo social y la reactivación de la economía por encima de todo. El criterio de la DGA de reiniciar el presupuesto de este año dado que el aprobado se ha quedado totalmente desfasado fue clave en las negociaciones.

Lambán se hace más barón con este acuerdo y si a partir de ahora su Gobierno es capaz de desarrollar las 273 medidas acordadas y todos los retos económicos impulsados hasta ahora continúan hacia adelante, como es de prever (Amazon, Guissona, automoción, proyectos de energías renovables...) se hará más líder también entre muchos de sus no votantes. No se sabe si su carrera política se acabará en el Senado, como otras muchas, es todavía pronto para augurar eso, pero su situación en el PSOE le hace tener aún un largo y quizá más prometedor recorrido.

El alcalde Azcón, después de tantas fotos y tantos recorridos por la ciudad durante el confinamiento, ha buscado una alta participación y, aún siendo consciente de que sus posibilidades económicas son muy reducidas, ha logrado un catálogo de buenas intenciones digno de aplauso. El ayuntamiento ha consensuado con entidades vecinales, sociales, culturales, benéficas, incluso más medidas que en la comunidad, 286, y se han tenido que desechar muchas. Las distintas áreas municipales también se van a replantear los fondos adscritos por el presupuesto de este año y si es capaz de lograr fondos para que todo salga adelante, el alcalde tiene asegurado el éxito.

La posición de Azcón es muy buena. Él y José Luis Martínez Almeida, alcalde de Madrid, son los principales regidores que tiene el PP. El zaragozano es además el portavoz popular en la FEMP, donde está cogiendo un tono de oposición dura pero responsable, con argumentos, ha sintonizado muy bien con Casado (y muchos compañeros de partido le están ayudando a ello) y aspira a todo. Sabe que es el más líder que tiene el PP aragonés y su lógica ambición política se acrecienta con méritos como el encuentro de los alcaldes de las siete ciudades más grandes de España, que organizó él telemáticamente hace unos días, como con el acuerdo municipal de esta semana. Su mayor presencia nacional a partir de ahora no sería descabellada. Su juventud, su carisma, su complicidad y sus amigos le ayudan.

Pero ni en el caso de la DGA ni en el del Ayuntamiento de Zaragoza la euforía de sus líderes no debe oscurecer el trabajo que hay que hacer. Se ha hecho mucho con estos acuerdos, pero ahora deben ejecutarse y eso es lo más difícil. Los gobiernos deben trabajar en ello y la oposición, los agentes sociales y los colectivos, velar porque todo se haga en condiciones. Alguien dijo que eran pactos «por las personas». Y es que todos somos personas.

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