Todo lo que pensamos tiene importancia, interfiere de alguna forma en la realidad. Provoca acciones, omisiones, minúsculos suspiros que pueden desatar, como el batir de alas de una mariposa en Nueva York, tormentas al otro lado del mundo. La realidad es el río loco donde todo, a su ritmo impenetrable, navega hacia alguna parte. Con nosotros dentro. Hay gente que intenta descifrar las cosas: científicos, periodistas, chamanes, poetas, intelectuales, tipos listos. Comencemos por el principio: "Conócete a ti mismo", se les decía a los visitantes que acudían al Templo de Delfos ya en el siglo IV antes de Cristo. Xhelazz añade un explicación algo desolada. Conócete a ti mismo, es decir: palpa tus barrotes. Palpa tus barrotes, anda, palpa tus barrotes.

Intento hacerlo dando una vuelta por las calles y los periódicos y me invade una enorme sensación de irrealidad: el covid, las vacunas, la política… el aviso de Génova ante la renovación territorial del PP: «No vamos a consentir reinos de taifas», apenas se invertirá el 55% de los fondos europeos previstos por Sánchez en 2021, Biden mantiene intacta la política pro israelí de Trump, y de repente recuerdo el rostro de un niño paquistaní que encabezó una rebelión de niños esclavos (asesinado fue, 'of course', pero recuerda su mirada cuanto te ates unas deportivas de marca y cuando creas que una lucha es más grande que tú),… yo me canso de buscar y no sé qué busco. "Quizá fuera un Homo erectus el que un día se quedara embobado delante de un arco iris", decía J. Wagensberg. Los orígenes de las emociones y de la sensibilidad, dice un amigo. Los orígenes del decadentismo, le digo yo. Qué esteta, el homo. Nos gusta lo que decimos. Y, de repente, en la cuneta estalla toda la primavera, como un disparo. Y por un momento ya no sabemos qué decir.