La polémica sobre el cadáver de Franco y el Valle de los Caídos es muy útil para entender en qué consiste el régimen que impera en España. Que la memoria histórica sea un arma arrojadiza entre las derechas y las izquierdas estatales solo puede ser posible porque la Transición validó al fascismo como una ideología más. Pero que el partido más votado, el PP, fuera fundado por personalidades prominentes del franquismo es solo una pieza más del rompecabezas. Toda la retórica de no remover demasiado el pasado y de mirar adelante, como lo hacen los animales de carga tiene más que ver con los supuestos consensos que «nos dimos entre todos». Circulan entrevistas del anterior monarca deshaciéndose en elogios hacia el golpista de Ferrol. En una de ellas explica en francés cómo el dictador, antes de morir, solo le pidió que preservara la unidad de España y no que evitara la aparición de un sistema parlamentario. El Valle de los Caídos es mantenido por el Patrimonio Nacional, el mismo gestor de todos los palacios de la monarquía y que depende del Ministerio de la Presidencia. Hace pocos días trascendió una foto de Felipe VI enseñando el Guernica de Picasso a Obama y aún no sabemos si le explicó que probablemente no podría ostentar la Corona si no fuera por aquel bombardeo despiadado y los que le acompañaron. Si España es el segundo país del mundo con más fosas comunes sin abrir y el mausoleo del responsable de todo eso es conservado por el erario, no es para evitar reabrir las heridas del pasado, sino para esquivar las preguntas sobre la legitimidad del presente. H *Historiador