Un idiota dice por Twitter que Meryl Streep está sobrevalorada y al minuto un montón de personas le dan razón. Yo creo que hay algunas personas a las que por principio no se les tiene que dar nunca la razón. Lo de «es un cabrón, pero» (o «es un memo, pero» o «es un miserable, pero») a mí no me sirve, si es un cabrón, es un cabrón (o cabrona), y no hay que darle más vueltas, y todas las palabras que salgan de su boca y todos los pensamientos que salgan de su cabeza serán venenosos y retorcidos (alguna vez acertará, claro, pero será por despiste o por casualidad y no por generosidad o inteligencia o capacidad de ponerse en la piel del otro). Soy una firme defensora de las segundas (y de las terceras y de las cuartas y de las quintas) oportunidades (todos los insensatos arrebatados lo somos), pero no de las sextas. A partir de las cinco memeces empiezo a no oír nada de lo que dice la otra persona y a continuación se va difuminando hasta desaparecer como en uno de esos espejismos del desierto.

En cuanto a Meryl Streep y a estar sobrevalorada, nadie puede estar sobrevalorado durante más de cuarenta años (bueno, Van Gogh tal vez, pero es la excepción). Uno puede estar sobrevalorado durante un tiempo, unos años, unos meses, pero no durante cuarenta años. Y a veces, estar durante un tiempo sobrevalorado te puede dar el ímpetu para seguir, para intentar hacer algo realmente significativo. A mí Meryl Streep me enseñó qué es la literatura. Hay una escena en Memorias de África en la que, al acabar la cena, Finch Hatton y Cole le piden que les cuente un cuento, le dan la primera frase y escuchan fascinados como ella inventa una historia maravillosa. Creo que es en ese preciso instante cuando Robert Redford se enamora de ella. Tenía 13 años la primera vez que vi la película y en aquel momento decidí que quería contar historias, y que quería que los hombres (y las mujeres, algunos hombres, algunas mujeres) me mirasen así mientras las escuchaban. Sigue siendo mi único empeño.

*Escritora