Aunque todavía faltan algunas fechas de espera, el concierto de Metallica, previsto para el próximo 19 de junio en La Romareda, ya huele a éxito. Incluso, y esto sería ya para tirar cohetes, a beneficio económico.

Treinta mil entradas vendidas en pocos meses, casi como quien no quiere la cosa, y sin necesidad de grandes campañas de promoción, demuestran que la planificación del monumental show de Metallica ha sido acertada y meticulosa, y que desde la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza se ha venido trabajando en la organización y producción de este auténtico reto escénico con discreción y tino. La circunstancia de que la banda ofrecerá en Zaragoza su único concierto español ha contribuido decisivamente a tejer los mimbres del éxito.

Dándose la circunstancia añadida de que 20.000 de esos 30.000 tickets han sido despachados fuera de Zaragoza, en otros diversos puntos del país, en Madrid, Barcelona, Andalucía, País Vasco, con lo que la ciudad, en sus sectores de servicios, hostelería y restauración, se beneficiará de una riada de euros, que bienvenidos serán a nuestra economía doméstica. Cada vez que el Ayuntamiento, en colaboración con sus patrocinadores, entre los que hay que destacar la participación de Ibercaja, asume una oferta de esta naturaleza, la capital de Aragón experimenta un empujón de prestigio.

Tras la sequía impuesta por la pacata política cultura del PP, de mantilla y sobretodo, Metallica, con su demostrado tirón, confirma así, de manera incontestable, rotunda, la recuperación de Zaragoza --reiniciada el pasado mes de septiembre con los Rolling Stones-- como sede de grandes conciertos de rock y de pop. De música contemporánea y popular, en una palabra.

Setenta mil entradas vendidas (contando las 40.000 de los Rolling) en un plazo inferior a un año así lo demuestran. Y, aunque en este terreno yo no sea especialmente optimista, cabe la posibilidad, incluso, de que esta constatación, este nuevo éxito en La Romareda modere o acalle esas pobres críticas, siempre minoritarias, y de ámbito estrictamente local, que tradicionalmente, sin argumentos ni alternativas, se han venido cebando en la programación de grandes conciertos. Después, el día del show , disfrutamos contemplando a sus autores con el rabo entre las piernas, devanándose los sesos para intentar explicarse qué ha ocurrido allí, fuera de su control y del de sus círculos de influencia.

De manera que, si el diablo no mete el rabo, Hertfield, Ulrich, Hammett y compañía descargarán de aquí a un par de semanas su tormenta de música sobre una multitud entregada a su rockero virtuosismo. A tenor de la información que poco a poco va llegando, el espectáculo promete ser de los que no se olvidan fácilmente.

Muchos zaragozanos la vamos a gozar a tope, pero, como siempre ocurre, los más perezosos a la hora de adquirir su entrada se lamentan ahora de no haberla reservado con antelación. La cosa ya no tiene remedio, por lo que tendrán que esperar hasta el próximo concierto. Paciencia.

*Escritor y periodista