El torpe y lamentable exabrupto sexista de Arias Cañete ha abierto el debate sobre la pervivencia del pensamiento machista en sus diferentes manifestaciones, evidente o enmascarado en la sociedad. La cara más vil y repugnante del fenómeno la constituye el goteo de casos de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas y contra el que toda acción de prevención, persecución y castigo son insuficientes si nos atenemos al repunte de este tipo de agresiones. Pero junto a estas conductas de insoportable violencia, coexisten otros comportamientos de dominación de género que muchos varones realizan de forma cotidiana, y casi invisible, en las tareas más comunes. Es el denominado micromachismo, término del psicoterapeuta Luis Bonino. Son pequeñas tiranías, violencia blanda o de baja intensidad. Dada esa invisibilidad y la intimidad en que se desarrolla, la lucha contra el micromachismo resulta compleja. Es de admirar que grupos de hombres, conscientes del problema, trabajen para reconocer y transformar unas actitudes que no pueden quedar grabadas en el modelo masculino.