Que haga buen tiempo y que no nos metan las bombas en casa. No en nuestro tren, en nuestra vía. No en nuestro destino de semanasanta, que ya no es santa, sólo inmolativa. Habría que afrontar esta nueva barbarie de alguna manera menos egoista, menos autista. El mal tiempo ya está anunciado. Pensamos para confortarnos que la oleada ya ha pasado, a fin de cuentas esos canallas de las bombas ya están esparcidos en la piscina y los escombros. Pero ¿habrá más? ¿Habrá más comandos tarados? ¿Más asesinos en serie esperando la dinamita mientras conviven apaciblemente con los vecinos a los que van a matar? Bajando la basura. Contando los detonadores. ¿No deberíamos hacer algo? Y en ese caso, ¿qué? Afrontar esto de otra manera. Afrontarlo. Hacernos cargo, ponernos a ello. Yo me ofrezco al delegado del gobierno en funciones para patrullar las vías, o lo que guste mandar. Las cosas han cambiado. Por todos lados. Europa se amplía el próximo día 1 de mayo. Ya están montando las fábricas nuevas. Y aquí nos hemos de agarrar al I+D, qué sinvivires, qué sea eso del I+D. Europa se televisa mal y poco, apenas existe. No da la imagen ni la talla. Europa sólo existe, como casi todo, como opción de pago. Abril se va de vacaciones con la congoja de que puedan ser las últimas. Depende de los nervios que queramos hacer. Tendremos que emigrar a Rumanía, a fregar pisos. La nueva vendimia. Vamos redescubriendo sectores clásicos, como la construcción y el miedo. Varios runrunes inciertos minan la euforia de ese 2% de crecimiento habitual. Atentados inmolativos en la era de la telefonía UMTS, que está en pruebas. El pago con tarjeta ha adquirido un nuevo antiprestigio. Estamos en la Era Google, que lanza un nuevo servicio, el correo inmenso con publicidad algorítmica. La vida es ya como esos servidores de noticias web que las apilan matemáticamente, a barullo, y cada cual que pinche en la que quiera. Mañanitas extrañas de abril dinamitado, reiniciando las vidas después de esa casa volada desde dentro. Reiniciando las vidas con un GEO menos. Se ha perdido un poco la confianza en el sector del ladrillo no blindado, Ramala está por todas partes.

Se alzan muros como miradas. Piscina ya no es igual a piscina. Hay que ir asimilando estas atrocidades, entre el miedo, la euforia y las lluvias.

*Periodista y escritor