Corría el año 1989 cuando Les Luthiers actuaron en Zaragoza por vez primera. Recuerdo hacer fila un montón de horas en el Teatro Principal para sacar las entradas, con la convicción del fanático que por fin tiene ocasión de ver a unos músicos y humoristas legendarios. Por aquel entonces ya llevaban más de veinte años sobre los escenarios (de hecho, presentaban su espectáculo 'Viejésimo aniversario'), sus LP nos los sabíamos al dedillo y verlos en vivo resultaba todo un acontecimiento. Triunfaron por todo lo alto, por supuesto, con piezas magistrales como 'El Sendero de Warren Sánchez' o 'Quien conociera a María amaría a María'. Tras semejante éxito, no tardaron en volver a la ciudad con 'El reír de los cantares', 'Grandes hitos', 'Unen canto con humor', 'Bromato de armonio', 'Todo por que rías'…, y ahí estábamos, fielmente, recibiéndolos con la carcajada a punto de brotar, cumpliendo años y sueños.

En el 2015 sufrimos la dolorosa pérdida de Daniel Rabinovich (mi luthier favorito) y en el 2017 Carlos Núñez decidió retirarse. Pero la vida sigue, y este jueves volví a verlos en el Auditorio con la antología 'Viejos hazmerreíres': ya son una docena de veces las que han venido a la ciudad. Ver de nuevo a Jorge Maronna y Carlos López Puccio es un lujo (Marcos Mundstock está de baja en esta gira, una pena), y los nuevos miembros Roberto Antier, Horacio Turano, Martín O´Connor y Tomás Mayer-Wolf están fantásticos, manteniendo la esencia en 'sketches' clásicos como 'Las majas del bergantín' o 'Amor a primera vista'. Triunfaron como siempre; la sola mención a Mastropiero consigue enardecer al público, entregado de antemano. Parafraseando a otro de sus grandes personajes, Manuel Darío, el desastroso cantautor, podría resumir lo que siento por Les Luthiers en una sola palabra: mil gracias.

*Escritor y cuentacuentos