Vaya por delante mi reconocimiento al Gobierno español ante la brutal pandemia y las medidas adoptadas, a pesar de los fallos por el desconocimiento global ante el nuevo virus. Pero hay cosas que escandalizan y conviene señalarlas.

Hoy voy hablar de algunas cosas mal hechas. Por ejemplo de los miserables que se están haciendo de oro con el miedo y la salud de la gente. Sorprende que un sector sanitario tan serio como las farmacias, unas pocas, lleven dos meses haciéndose de oro vendiendo cajas de guantes de silicona a 40 euros, mascarillas a 30 euros cinco unidades, geles de 100 ml. a siete, y así con ciertos productos que de pronto han cuadriplicado su precio. Otro ejemplo, las distribuidoras y empresas que fabrican a lo loco y venden geles, mascarillas y tests falsos que no sirven para nada. Salvo para enriquecerse rápido mientras no los pillen con la producción en marcha o algún valiente los denuncie. También resultó miserable el caso de las trabajadoras de una residencia de Teruel que en plena crisis pedían materiales de los que sí disponían; solo por afán de acumular cuando en otras residencias y hospitales carecían de lo más elemental.

El poeta y escritor francés Víctor Hugo ya describía en su monumental novela Los miserables la mezquindad humana al aprovechar las circunstancias en beneficio propio, incluso sobrepasando los límites de la legalidad. Como el gallego que saqueó a lo grande un almacén de mascarillas y material sanitario para venderlo en Portugal. Siempre ha habido y habrá picaresca, pero robar, falsear o enriquecerse a costa de la muerte y de la posibilidad de un contagio letal y colectivo es de una crueldad insuperable.

También me parece miserable el acoso y derribo al Gobierno practicado por una oposición, que no encuentra su lugar, para luchar unidos aunque solo sea cuando los cimientos de la civilización y de la vida se cobran decenas de miles de muertos en el silencio de los hospitales. De la misma forma que son miserables los bulos en las redes sociales y su reenvío masivo sembrando odio y mentiras. Y esos jóvenes insensatos que aprovechan las rendijas abiertas para contagiarse y contagiarnos; sin importarles que algunos acaben en una UCI y todos retrocedamos al encierro anterior. Miserable el Govern independentista en su intento de exigir el pasaporte inmunológico o de «pureza de sangre» para entrar en su territorio. Menos mal que Sánchez marcó la agenda en todo el Estado español.

Y un tirón de orejas para el Gobierno que anunció que los trabajadores con un contrato temporal que haya vencido durante la actual crisis sanitaria podrán solicitar una ayuda en un único pago o la extensión del paro. Pues parece que no funciona para todos. Y deja en la cuneta a muchos jóvenes técnicos muy cualificados que trabajaban encadenando contratos precarios de meses como mucho. Un ejemplo, la industria del cine (arte y cultura) tan abandonada ahora y que tanto nos entretiene en casa. No todo en España es turismo y hostelería.

*Periodista y escritora