Cuentan que el presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, quería pasar a la historia por tener a las mismas personas en el Ejecutivo durante toda la legislatura. Pero no pudo ser. Esta tonta estadística se truncó esta semana con el relevo del buen consejero de Sanidad, Sebastián Celaya, por la expeditiva Pilar Ventura. El Gobierno se feminiza más coincidiendo con sus tres años de vida. Ya es paritario. Y a falta del último suspiro, puede decirse que casi todo el mundo está moderadamente satisfecho. Incluido el presidente de la DGA.

Para ser un equipo formado por cuotas provinciales del PSOE más la participación añadida de CHA, puede decirse que al presidente no le ha salido tan mal. En otros gobiernos ha habido muchos consejeros que han estado en el punto de mira casi desde el primer día, y los presidentes han tenido que lidiar lo suyo, como Marcelino Iglesias con María Luisa Alejos-Pita o Luisa María Noeno, o Luisa Fernanda Rudi con Ricardo Oliván y otros, que estuvieron al borde de la destitución/dimisión casi todos los años. No es el caso.

Lambán, con Mayte Pérez, Mariví Broto y el propio Celaya ha conseguido recuperar servicios públicos machacados durante la etapa PP-PAR en educación, servicios sociales y sanidad, ha logrado volver a mantener una relación fluida con la Universidad de Zaragoza de la mano de Pilar Alegría, la logística y la captación de empresas ha pegado un acelerón con Marta Gastón, el impulso del Canfranc es evidente y José Luis Soro lo vende en cuanto puede. El consejero Olona ha intentado armonizar sensibilidades en el campo y el medio ambiente, Fernando Gimeno ha sacado adelante, con más o menos esfuerzos, tres presupuestos, sienta las bases del cuarto y va camino de lograr la reducción del impuesto de Sucesiones y Vicente Guillén no ha tenido grandes frentes abiertos.

Aragón está a la cabeza del crecimiento económico en España, hay un gran optimismo de los empresarios aragoneses sobre la economía, el desempleo ha caído más que la media española y la comunidad es líder en inversión social. Tampoco hay que olvidar que han regresado los bienes de Sijena y se ha avanzado algo en vivienda.

Hay quien opina que a pesar de la satisfacción moderada, quizá no hubiera venido mal oxigenar el Ejecutivo hace un tiempo con algún cambio, de forma que hubiera habido más de diez meses antes de las elecciones autonómicas para cambiar algo. Podría haber servido para intentar desatascar algunas de las cuestiones que ahí siguen, como la negociación de las leyes que más presumía la izquierda como la de pobreza energética o la de renta social básica, aunque dado el carácter del grupo con el que hay que negociar se ve una tarea muy complicada.

El caso es que con este equipo de gobierno, salvo sorpresas de última hora, habrá que acabar la legislatura (aunque Pilar Alegría sea candidata a la alcaldía de Zaragoza seguirá de consejera porque así tiene más visibilidad). Hay 23 leyes pendientes que será difícil que puedan salir adelante todas en el Parlamento y queda el arreglo definitivo de la tele aragonesa, la batalla final con el impuesto de Sucesiones, giro ideológico incluido, y la bilateralidad, con Madrid (más fácil ahora), y con el Ayuntamiento de Zaragoza, que se adivina imposible.

El Gobierno de Lambán ha dado la vuelta a la política que se hacía con Rudi y se está demostrando que es mucho más práctica y sienta mejor a los aragoneses. En diez meses habrá que ver si los ciudadanos quieren consolidar este cambio de ciclo iniciado o apuestan otra vez por otro. O incluso si los compañeros de viaje serán los mismos de ahora, los del acuerdo de Sucesiones u otros. Pero todo es una incógnita, y más con el nuevo liderazgo popular y con el PSOE en la Moncloa.

*Director de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN