Este incidente tan chusco del manto falangista de la Virgen del Pilar revela muy bien el tipo de delirio surrealista en el que nos han instalado. Les confieso que yo fui de los que soltaron la carcajada cuando me enteré del acontecimiento. Pero ayer los portavoces del Cabildo lo explicaron todo muy bien: fue cosa de la rutina. Claro, a la santa y simbólica imagen la han vestido con todo tipo de ropajes intensamente reaccionarios y fascistoides (hace solo tres años le encasquetaron un manto conmemorativo de la División Azul que fue a Rusia a luchar por Hitler), así que uno más... pues lo normal. ¿En 2018? En 2018.

Cuarenta y tres años después de haberla palmado (ajusticiado por su Equipo Médico Habitual), Franco y sus mitos siguen vivos en el imaginario de la derecha-derecha. Y más ahora, cuando el radicalismo recorre el dividido mundo conservador. De ahí que el eximio Cosidó, portavoz del PP en el Senado, advirtiese ayer que su grupo solo condenará la criminal dictadura del Generalísimo si se prohíben ¡las organizaciones que exaltan el comunismo! Estaba inspirado este sujeto, muñidor de las cloacas del Estado, amigo de Villarejo, exdirector general (y chanchullero) de Policía... y finalmente autor del tuit sobre el Supremo («controlaremos la Sala 2 desde detrás») que ha provocado la renuncia del juez Marchena, antes incluso de haber accedido a la presidencia de dicho tribunal y del CGPJ. Según algunas versiones, todo ha sido una maniobra para deshacer el pacto judicial con el PSOE antes de que Cs lo aprovechase para meterle otro gol a Casado. O eso, o el fulano en cuestión es un patoso voceras.

En medio de esta atmósfera alucinatoria, cada jefe político se tiraba ayer cuan largo podía. El tal Casado giró 180 grados para proponer que la cúpula judicial se elija «como antes» (o sea, al margen de los usos democráticos). Cosidó se negó a dimitr o pedir perdón. Al de Falange-Aragón no le dejarón intervenir en la rueda de prensa del Cabildo, cuando era quien mejor podía explicar la movida. Ya no se respeta nada.