Aestas alturas, los resultados de las elecciones andaluzas, que tanto nos han impactado, van revelando múltiples facetas disparatadas, divertidas, asombrosas y desquiciadas. Como un carnaval gaditano empapado de gaseosa lisérgica. Quizás debamos detener ya el sofoco, las alarmas y todo apasionamiento. Estamos en España. Paremos un rato a echarle una caña al cuerpo.

En Cadiz, precisamente, los anticapitalistas, antisistema y todos los voceras de la ultraizquierda demenciada salieron a movilizarse contra el mismo fascismo que no habían sabido frenar en las urnas (a las que, seguramente, ni se habían acercado durante el 2-D muchos de los que luego montaban el pollo). En fin, hay gente para todo. Solo faltó escuchar a Otegui llamar a los demócratas españoles (¿españoles?) a la lucha común (¿común?).

Pero las derechas todavía están más geniales y disparatadas. Dejo a un lado su conversión a la lógica electoral, olvidándose de los pactos entre perdedores y los tripartitos que maldijeron antes de intentar hacer ellas lo propio. Llama la atención a) que Juanma Moreno, el del PP, se presente como líder indiscutible del cambio, cuando el electorado le acaba de dar una hostia fenómenal (siete diputados menos), b) que Juan Marín, el de Cs, también se ofrezca a encabezar el desmantelamiento del régimen socialista que él, personalmente, ha estado sosteninedo durante los últimos tres años, c) que los de Vox vayan a formar parte (cobrando) de la mamandurria autonómica que pretenden desmantelar, d) que Abascal, el caballero caballista, truene contra tanto chupoptero y tanto colocado, cuando él no ha hecho otra cosa que poner el cazo en cargos públicos hechos a su medida por el PP, en especial el corrupto-madrileño de la era Aguirre, y e) que en Cs estén dispuestos a tragar con Vox (todo por el sillón) pese a las advertencias del Grupo Liberal Europeo, del que forman parte.

Visto lo cual, tal vez convenga no tomarse la situación tan a la tremenda. Lean libros, vayan al cine y cuando toque... voten.